Sergio Ferreyra
TITULO: LICENCIADO EN PSICOLOGIA, U.N.L.P. (PSICOANALISTA)
Ex concurrente del Hospital E. Vargas de General Viamonte
Ex Director Area Clínica, de Comunidad San Ignacio (Junín), clínica de Adicciones
Miembro del Gabinete Psicológico Centro Entrenamiento Policía Bonaerense
Maestrando el segundo año de “Maestría en Clínica Psicoanalítica (IDAES-UNSAM)
AMOR E HIPERCONEXION : SUBJETIVIDAD HIPERMODERNA, UNA MIRADA PSICOANALITICA
Desde la invención del Psicoanálisis, nuestra práctica ha transitado diferentes avatares, y los analistas hemos tenido que navegar según los vientos del discurso que de ese momento histórico. Ser lo suficientemente dúctiles para estar a la altura de los modos de gozar dominantes y saber hacer ahí, donde el imperativo ahoga lo singular, lo irrepetible, donde no hay calculo científico, estadísticas, números que pueda dar cuenta de las marcas que conducen la vida de una persona. Palabras, nada más y nada menos que palabras; que marcan a fuego a ese sujeto, que ignora que ellas están ahí, comandando su existencia.
Cuando un sujeto construye su historia, privilegia un modo de narración por sobre otros, abrocha en determinado punto un discurso sobre sí mismo, se identifica con determinados modelos excluyendo otros. En ese proceso (que no prescinde de la contingencia) el sujeto se inscribe en un orden simbólico que supera lo individual y esa es la razón por la que J.A.Miller dice:
“A nuestra clínica llegan los significantes que el discurso social selecciona para identificar a los sujetos. Y vemos a los sujetos inclinar la cabeza, aceptando los significantes [...] Esto hace depender [...] la clínica de la sociedad. Y la pareja ‘clínica y sociedad’ se nos impone en la medida en que no hacemos de la clínica un término intemporal” (Miller, J-A. y Laurent, E., El Otro
que no existe y sus comités de ética, Paidós, Bs. As., 2005, p.9.).
Entre la variedad de demandas que los analistas recibimos en el consultorio, se halla la queja sobre los avatares amorosos, que pese al discurso tecnocrático de la época, del empuje “Just do it”, y del “todo es posible”, testimonio precisamente que ese discurso es una falacia, es quimérico.
Entonces, podríamos hacernos esta pregunta ¿en la subjetividad hipermoderna, en qué consisten esos avatares de los lazos amorosos?
Atendiendo a este interrogante, los analistas sabemos que el arte siempre nos lleva la delantera, muestra de esto es un capítulo de una serie muy exitosa de netflix “black mirror” , en su cuarta temporada el capítulo titulado“ HANG THE DJ”, escrita por Charlie Brooker. La trama en cuestión parte de una pregunta: ¿Qué pasaría si existiera la aplicación ideal para encontrar a tu alma gemela? Es la historia de Frank y Amy, dos jóvenes apuntados a un programa para encontrar pareja. Todo queda definido por un algoritmo: desde que persona es compatible hasta el tiempo que puede pasar con ella. Aunque lo primero que podemos pensar es en la referencia a Tinder, Brooker explicó, que la idea surgió de otra aplicación alejada de las relaciones amorosas: Spotify. La app de música en streaming tiene un apartado llamado "descubrimientos semanales", donde añade canciones en función de la actividad del usuario. Una vez que sabe suficiente de ti, determina que en esa lista debe estar Pink Floyd o Eric
Clapton. Hang the DJ es lo mismo, pero aplicado a las parejas. "Es como una versión codificada de la vida real, en donde toda cita sigue un esquema parecido: la pareja se conoce en un restaurante, comprueban cuánto tiempo ha definido el algoritmo que estarán juntos (que pueden ser minutos o años) y, al final, terminan en una casa.
Un “intento” de solución al miedo contemporáneo a estar solo, pero también a vivir acompañado por la persona equivocada, digo “intento”, porque es solo eso.
La mejor muestra de ello es el timelapse en el que vemos a Amy y a las personas que pasan por su cama: son relaciones superficiales, que no llegan mucho más allá del sexo. Sin embargo, todo cambia cuando empezamos a comprobar que el software no es perfecto y que Frank y Amy son el reflejo de ello. Los protagonistas se conocen y, a pesar de la evidente química entre ellos, el algoritmo determina que solo estarán 12 horas juntos.
¿Compatibilidad del 99.8% ?
Frank y Amy nunca se han conocido. Parecen personas, pero en realidad son simulaciones dentro de un programa de software. El sistema, como Brooker aclara, simula 1.000 versiones diferentes de alguien y una pareja potencial" para comprobar si son compatibles entre sí. Lo que descubrimos es una de esas recreaciones, una de las muchas veces que el dúo arriesgó su vida para permanecer juntos y salir del estado opresivo en el que están inmersos. Si se rebelan contra él significa que están hechos el uno para el otro. Al final tienen una estadística de
todas las veces que ha ocurrido, que en este caso es del 99.8%. Estadísticas que no hablan de lo singular e irrepetible del sujeto, de sus condiciones de goce, ya que “Las condiciones de elección de amor son singulares e irrepetibles”.
El título del episodio, Hang the DJ, hace referencia al estribillo de una de las canciones de la banda británica The Smiths, canción titulada Panic. Estribillo que escuchamos al finalizar el episodio. Pero ¿por qué se llama así el episodio? Analicemos un poco la letra de la canción
Que en español sería:
Quema la discoteca
Ahorca al maldito DJ
Porque la música que constantemente ponen
No dice nada acerca de mi vida.
La canción es una referencia a lo cuadriculado que resulta el mundo, incluso en un escenario que debería ser la apoteosis de la libertad. Los DJs en las discotecas, en lugar de experimentar y buscar libertad en la música, sencillamente se van por lo popular, lo mainstream y terminan poniendo música genérica que no resulta significativa para aquellos que la oyen, “No dice nada acerca de mi vida”.
Estamos advertidos con Lacan de que “no hay garantía” de un goce universal que alivie a un “para todos”, confrontados así a un real. ¿Qué lugar para psicoanálisis en el amor de la época actual?... ¿qué tiene que decir el psicoanálisis sobre el desorden amoroso contemporáneo?”
Uno de las palabras que surge de inmediato pensando en la época, es la “diversidad”, no sólo radicada en las amplias orientaciones sexuales y modos de goce, sino que se multiplica en distintas modalidades que van más allá de la monogamia, como relaciones abiertas, poliamorosas, híbridas, otakus, no-novios, a distancia, por mencionar algunas. Modalidades que se conjugan en distintas versiones de hacer encuentros, cada vez más mediados por aplicaciones de móviles como Meetic, Tinder, Grinder entre otras cuantas, permiten generar citas de candidatos/as a parejas, sólo llenando un perfil con preferencias de rasgos, entregándose a una ética de un “otro” algoritmo estadístico que estas aplicaciones desarrollan para seleccionar y elegir las mejores opciones en el “mercado del amor”, garantizando éxito y una mínima probabilidad de frustración, tal como nuestros personajes Amy y Frank buscan.
La hiper conexión de las redes sociales, han provisto de soluciones rápidas y eficaces para abatir la soledad de la época y para todos, todo posible, estableciendo “semblantes” acordes con la manera de gozar de cada uno. Dejando fuera lo hétero, el no-todo y la diferencia, de esta forma cada vez más un distanciamiento al compromiso amoroso y una tendencia al amor a lo mismo. Vemos como las tecnociencias inciden en las redes sociales y aplicaciones en su política de innovación-invención y junto al discurso capitalista operan estandarizando la cosmovisión , direccionado por una política de mercado introduciendo una “singularidad mercantilizada”, orientada a construir y publicitar un “perfil” llamativo para satisfacer de forma
rápida y eficaz la demanda de compañía, solo haciendo un “me gusta”. De esta forma asistimos a una tendencia en que los sujetos invierten horas aislados en-sí-mismos, con-su-mismo en su propia mismidad, en donde el amor simplificado a un algoritmo juega a hacer posible encontrar una complementariedad de gustos, donde lo hétero, el no-todo y lo singular quedan borrados en un intento homogeneizador de los lazos, en tanto, la inercia al “hedonismo contemporáneo” empuja a quedar dispuestos y en serie como objetos de consumo en el mercado, solos y aislados, aunque se esté acompañado.
El tiempo, la eficacia y la soledad tienen efectos en el amor a partir del discurso contemporáneo, hacen ecos de lo que escuchamos en nuestra práctica clínica, a partir de quejas y/o comodidad de los sujetos que consultan respectos a los problemas con el amor y los lazos amorosos. Por un lado, en una comodidad sólida de estar “a-solas”, manteniendo relaciones fluidas, quejándose de no tener una relación estable. Por otro, problemas con estar solos/as. ¡¡ Que contradicción!! ¿Qué pasa?
El discurso actual tiene como efecto el rechazo a la castración, a lo imposible, homogeneizando los lazos en manifestaciones y transformaciones en el lazo social y amoroso, sujetos en que el quedarse sola/o, surge como defensa frente a la dificultad para hacer lazo, instalándose en su con-su-mismo otra cara del consumismo en el que las diversas versiones de soledad
marcan una modalidad de vínculos que ciertos sujetos establecen hoy, como un estilo de vivir la pulsión.
En las relaciones amorosas, el consumo de aplicaciones de encuentro marca la modalidad de un encuentro “eficaz en el tiempo y eficiente en producir encuentros”. Eficacia y tiempo significantes que se agregan al imperativo del amor como mercancía de consumo en el “mercado del amor”, donde los perfiles construidos danzan el ritmo de los algoritmos del amor. De eso da cuenta “Hang the dj”.
Una cita, encuentro, ¿forma parte de este mercancía?, la llevo rápido, la pruebo y la cambio sino es eficaz y cumple con lo “necesitado”, huyendo rápidamente de la frustración, entonces, ¿qué lugar para la contingencia y el azar? De esto también dan cuenta Amy y Frank.
Entonces, ¿cómo operar hoy antes las coordenadas contemporáneas?
J. A. Miller dirá que “un psicoanálisis demanda amar a su inconsciente, para hacer existir no la relación sexual sino la relación simbólica”. Para ello hay que consentir a desear una transformación y cambio en la propia posición de goce. El psicoanálisis hace su apuesta al amor, no al rechazo de él, en tanto que, el amor es el motor de la experiencia analítica, nombrada como “transferencia”. Para ello, la operación de éste es crucial en tanto permite apuntar a deconsistir el discurso que empuja a “todo es posible” instalando otra cosa, “saber hacer con”… la “invención”… “el otro como síntoma”. Tal como lo plantea Lacan con un amor más digno, de un amor en el que la
imposibilidad y sus consecuencias a nivel del goce, no se olviden sino encontrar otra modalidad de hacer en cada ser hablante con lo imposible, que permita un tratamiento de lo real, por lo simbólico, siendo el síntoma su medio. Nos encontramos con que “el psicoanálisis necesita psicoanalistas capaces de jugar su partida con la ciencia y la cultura capitalista” para estar a la altura de nuestra época… ya que como cantan The Smiths:
Porque la música que constantemente ponen
No dice nada acerca de mi vida.
En la época del apogeo de las neurociencias y de la hiper conectividad, apostar al uno por uno, a la contingencia, a lo simbólico y al no todo, es el desafío de los analistas del siglo XXI.