"Apostar a lo singular en el campo institucional: cada vez, uno por uno".
Partiré de un interrogante que en mi práctica ha suscitado diversos momentos de vacilación. ¿Qué autoriza o justifica a uno como practicante del psicoanálisis a intervenir con un sujeto y también en la Babel de los equipos inter-disciplinarios? Y más específicamente, ¿qué puede aportar una escucha psicoanalítica allí?
Realizo mi práctica clínica de manera privada y en una institución de la ciudad de Paraná (Entre Ríos) que atiende el padecimiento subjetivo de niños y adolescentes. Allí, además, acompaño a sus familias por los diferentes espacios sociales que implican el nudo del tratamiento, a saber: consultas con psiquiatras, neurólogos, instituciones escolares, establecimientos judiciales, obras sociales, etc.
En dicho acompañamiento me encuentro -dependiendo las demandas y particularidades del caso- con diversos colegas de otras disciplinas (del campo psi y no pertenecientes a él). El modo de encuentro con esos miembros no es azaroso, muchas veces dependerá de las buenas intenciones de las instancias a cargo de autorizar las prestaciones.
Una vez concluido el acto de autorización del Otro de las Obras Sociales, se pasará al estadio siguiente: la confección de los llamados equipos interdisciplinarios en la institución. Esa responsabilidad recae sobre la directora de la institución que se ajustará no sólo a esta autorización sino también a los 2
poder incidir en los diversos encuentros con los sujetos de la institución con los que trabajo.
No obstante, la cosa a mi entender no terminaba ahí. Se imponía otra dificultad: ¿cuándo y cómo intervenir en cada reunión de equipo para que se aborde ese penar de más de cada sujeto como algo singular y no como algo disfuncional que se debe educar, corregir o hacerlo entrar en alguna norma? Punto álgido del asunto.
Creo que lo que justifica que uno como practicante intervenga en estas conversaciones es una y otra vez sostener la pregunta por la singularidad del caso por caso desde un lugar de cierta extimidad. Aprendí en mi práctica institucional que hay que estar ahí para interrogar y diferenciar ¿qué es lo propio del sujeto que no lo hace un universal? ¿Cuál es su penar de más que lo lleva a la institución? y ¿cuáles son lecturas de los profesionales intervinientes para “educar” eso que se presenta como “queer” que es el goce de cada parlêtre? Estar ahí en la Babel para hacer escuchar de otra manera lo queer del goce de cada sujeto.
Considero que esta es una indicación que Freud nos enseñó, y es lo que Lacan rescata e indica como nuestro punto de partida: “…siempre se trata de la aprehensión de un caso singular (…) El progreso de Freud, su descubrimiento, está en su manera de estudiar un caso en su singularidad”4.
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