Andrea González
Psicoanalista - Escritora
Publicaciones
Revista “Actualidad Psicológico”
Textos
· Sobre la Histeria, Caso R
· Sobre la ética psicoanalítica
· Adicciones, quita penas
· Los afectos en la experiencia Psicoanalítica.
· Libro aun sin editar: El Entusiasmo en la clínica psicoanalítica.
· Libro: El misterio de la existencia.· Tatuajes y Cortes (2017)
· Sobre la influencia de la tecnología en los niños .
Participación en Jornadas y Congresos
-Jornada “La Dirección de la Cura en la Escuela Francesa” Expositora.
Facultad de Psicología U.B.A. Tema: “La homosexualidad en tiempos del capitalismo
-Jornadas “Los usos de la metáfora” Expositora
Reina Mora.
Y finalmente un día tuve padre.
Él se había ido cuando yo tenía solo 6 años. Partió a un mundo de adicciones y prostíbulos baratos. Desde ahí solo lo veía una o dos veces por año, con suerte. En esos esporádicos encuentros predominaba una atmosfera tensa dominada por el temor a sus golpes, a sus insultos, y otras yerbas.
A los 18 años decidí no verlo más. El siempre llamaba a mi casa, dejaba mensajes en el contestador, por lo general, insultos; y luego cortaba. Nunca atendí, aunque no podía dejar de escuchar el relato de sus mensajes, su voz trémula y las ultimas vocales que se arrastraban como víboras enroscadas. Así fue durante años.
A mis cuarenta, un sábado por la mañana, suena el teléfono. No reconozco el número. Atiendo. Escucho una voz gruesa que me dice:
–"¿Hola se encuentra algún familiar del señor Pérez?"
- "Si, habla con su hija."
– "¿Qué tal? Soy el dueño de la pensión en donde se aloja su padre, quiero comunicarle que su padre fue llevado de urgencia al hospital zonal."
"¿Sabe que le paso?"- pregunto-
-"Tomo mucho alcohol, lo mezclo con pastillas ya que vi las cajas de las mismas tiradas en el suelo. Aparentemente se desmayó y en el instante mismo de la caída golpeo su cabeza contra la bacha del baño, la misma se rompió y el agua caliente
cayó sobre su cuerpo toda la noche. Estaba muy quemado. Lamento decirle que cuando lo trasladaron al hospital no sabría decirle si estaba vivo o muerto."
En ese momento varias preguntas sacudían mi mente de modo huracanado.
¿Estará vivo, muerto? ¿Y si está vivo qué hago?. Y si esta muerto ¿A quién lloro? ¿Cuándo habrá muerto?
Se me ocurrió pedir ayuda, solo encontré una respuesta:
-"Déjalo morir, no vale la pena."
Por esas cosas que hace el destino, hacía poco había empezado a manejar. Tenía miedo, estaba aturdida, abatida, y en un impulso y dejando mi pensar y mi pasado agarre el auto y me dirigí hacia hospital.
Entré, me sentía como una niña sin rumbo, perdida. No recordaba su cara, no sabía a quién buscar ni cómo. Hacía años que solo escuchaba su voz a través de un contestador.
Camine por pasillos largos y serpenteantes, asomando mi mirada en cada habitación. De repente escucho:
–"Ey piba ¿Qué haces acá? Me estremecí, pero no lo dudé, supe que era aquella voz del contestador. La voz de mi padre.
Se encontraba en una camilla, desnudo, sin nada, como un niño recién llegado al mundo. Fue él quien me reconoció a mí. Supongo que me imaginó y me encontró. Parece que los padres pueden reconocer a sus hijos a pesar del paso del tiempo, o al menos el mío pudo hacerlo. Yo sin su voz, jamás lo hubiese reconocido.
Me alejo unos minutos, necesitaba envalentonarme, rompo en llanto y en medio del huracán me pregunto ¿Qué lloro?.
Lo que no pudo ser.
Como un motor averiado, otra vez, tomo coraje. Sentía que estaba con un extraño, solo su voz me recordaba que era mi padre. Su imagen se había borrado de mi memoria.
-¿Ey qué haces acá?-vuelve a preguntarme-
– Vine a cuidarte. Contesto con voz grave.
Me quedé con él. Al día siguiente llega el médico y dice:
- "Se tiene que ir ya no hay nada por hacer". Me da una lista con las curaciones y los remedios que había que suministrarle.
Voy a la pensión en donde él vivía, Solo encontré harapos. Una cama con la madera carcomida y una mesita de luz que contrastaba con toda esa miseria. ¿Para qué contar más? ¿Acaso importa el mundo material?. De repente el dueño de la pensión que me dice:
- "Acá no vuelve"
Vuelvo a pedir ayuda a quien se me ocurrió en ese instante y esta vez la respuesta fue:
-"Déjalo en una plaza que con el frio que hace hoy se muere seguro"
Soy una mujer práctica. Decidí llevarlo a mi casa. Curé sus quemaduras, le compre ropa, lo cuide. Pero él ya no era el mismo que yo había conocido años atrás. Era viejo con su pelo blanco sin bigotes, flaquito pero aun mantenía su semblante de hombre fuerte, era amable y obediente, parecía tierno, estaba quieto como si no me quisiese molestar. Miraba a sus ojos y veía tristeza. Perdoné su abandono y lo que él había elegido ser, pero le dije:
- "Solo voy a ayudarte si no tomas más, de lo contrario no cuentes conmigo.
Te conseguiré un lugar para vivir, y te llamaré todos los días a las 23 hs. solo para escuchar tu voz, si estas ebrio nunca más sabrás de mí. El contestó:
- "Te prometo que no voy a tomar más, te prometo que no te voy a dar ningún problema pero tampoco voy a ir nunca a un medico. Cuando me tenga que morir, me muero, no voy a hacer nada para impedirlo, y con un tono risueño agrega: "¡solo espero que me agarre durmiendo!"
A partir de aquel día, todos los días lo llamo a las 23 hs para escuchar su voz. Hasta hoy no tomo más. Me visita una vez al mes. y me dice que me cuide.
Un día mi hijo pregunto:
- ¿Porque está tu papa acá, si nunca te quiso y nunca te venia a ver?
-"Todos los padres nos equivocamos, hay que saber perdonar, yo perdoné a mi papa. El hizo lo que pudo"-le respondí-
Me miró y me preguntó:
- "¿Ahora tengo un abuelo?"
– Probablemente sí.
Desde entonces yo tengo un padre y mi hijo tiene un abuelo.
Cinco años pasaron de aquel encuentro en ese Hospital.
Un día lo noto cansando, sus pasos ya eran lentos, sus palabras eran pocas y sin coherencia algunas, solía decirme "estoy balconeado". ¿Balconeado? Sé que quiso decir que estaba deprimido, jugado, sin salida. Su rostro marcaba la insipiente resignación a la vida.
Ingenuamente le pregunto qué le pasa.
Me contesta que tiene que renovar su registro de conducir, el manejaba un taxi, era su fuente de ingresos desde siempre, y con voz pausada, mirada perdida, me dice: -"Si no me renuevan el registro, ya no me queda nada por hacer, ese día voy a morir"
Sabiendo que eso era posible le pregunté: "- ¿Porque piensas así?
Él respondió: "-Estoy viejo y enfermo, hija. Si ya no tengo trabajo, no tendré donde ir. Yo nunca te cuide de niña, y no quiero que vos lo hagas conmigo, los viejos traemos problemas a los jovencitos. Yo te traje otros problemas, pero éste no lo vas a tener. Déjame ser bueno. Es lo único que puedo dejarte en mi recta final. No lo impidas. Déjame irme dignamente. Yo elegí una vida de mierda, y quiero elegir como irme. Hija, quiero que respetes mi decisión."
Lo miré, lo abracé y un silencio que lejos de ser un ruido fuerte, era una caricia que se instalaba por primera vez entre él y yo.
Pasaron unos meses después de esta charla. Le cuento que me voy unos días de viaje con mi hijo a Puerto Madryn a conocer las ballenas. Y me fui.
Sólo tenía señal por la noche, así que lo llamaba a las 23hs. Como siempre. Pero no respondía el teléfono.
Me fui 5 días, llego un lunes, comienzo a trabajar y a las 16 horas recibo un llamado de la policía y alguien me dice: -"¿Usted es familiar del Sr. Pérez?". A diferencia del aquel llamado de hacía 5 años atrás le dije que no y pensé que se trataba de esos embustes telefónicas al estilo secuestro exprés.
A las 20 horas empiezo a sentir mi cuerpo con miedo. En mi mente aparece solo lo bueno de mi padre. Ya no recuerdo lo feo.
Se precentifican sus palabras, empiezo a temblar. El mal presentimiento y la practicidad me lleva al teléfono.
-"Hola soy la hija de Sr. Pérez"
Responde: -"Debe presentarse en la comisaria 14. Hemos encontrado a su padre muerto hace 4 días en una pensión. Necesitamos que reconozca el cadáver. Mañana estarán los resultados de la autopsia."
Y mientras, con mi hijo, avistábamos en el golfo las ballenas, del otro lado, a lo lejos, mi padre había decidido partir hacia otro mundo.
Su decisión estaba planeada para que no hubiera ninguna posibilidad para que lo salvara, como lo había hecho hacia cinco años atrás.
Resultado de la autopsia: Paro cardiorespiratorio inducido por ingesta de alcohol y psicofármacos.
Por cinco años tuve un buen padre. En cada noche, escuche su expresión más bonita: "Cuídate nena"
Y lejos de pensar que su decisión fue un error lo convirtió en un hombre de coraje, valentía y dignidad para mí. Su abandono y su vida llena de vicios, prostitutas, drogas, se esfumaron y se transformaron en una rara relación entre un padre y una hija. ¡Que suerte que lo perdone! Solo pudo ser padre en su vejez.
Lo recuerdo con amor, nostalgia. Sobre la tierra de su tumba planté un árbol para que lo acompañen sus amigos, los pájaros. Era un apasionado de ellos. Incluso había ganado premios en su juventud en concursos de pájaros. Su favorito "La Reina Mora azul"
Yo aún conservo su celular, desde que no está, siempre lo tengo prendido.
Ya ha pasado un año de su muerte. Nunca nadie llamo para preguntar por él.