María Eugenia Rapp
Nació en Buenos Aires el 27 de abril de 1967. Es Licenciada en Psicología, egresada de la Universidad de Buenos Aires en 1992. Desde hace varios años trabaja en una ONG de la Ciudad de Buenos Aires que brinda asistencia post penitenciaria y se ocupa de la reinserción social de personas que atraviesan situaciones de conflicto con la ley.Miedo (*)
El hueso de su estatura
apretado en mis rodillas
haciéndose un lugar entre los pasajeros
esos consumidores
extraños y bien vestidos
que viajan con libros en la mano
Me pregunta por el miedo que habla
en el cuento
y yo leo, en voz alta
para la que pasa y no es pasajera
Escucha la historia tajeada por el ruido
(en su cara las marcas de haber llorado)
y pregunta: ahora el perrito se quedó con el miedo?
No, el perrito se lo comió todo, se quedó sin hambre
Ella quería llevárselo, para saciarse
(el hambre tajeado por el ruido)
Y no se lo di
Es para mi hijo, le dije
Lo dije
y me espanta
mi propia voz.
Ahora llevo historias para regalar
junto con las monedas de peso.
(*) El poema hace referencia al cuento Miedo, de Graciela Beatriz Cabal, Ed. Sudamericana.
El mundo en casa
La casa está hecha de sábanas
muros que tiemblan en silencio.
Por la ventana, rompe el púrpura de las olas
mar que antes desangra al otro lado del mundo.
En todas partes
grita una muerte rara
no aquella que resigna la vejez
y demoran los muy queridos.
Junto a la mesa
el niño dispara un juguete
muerde los escombros de la sopa
y traga.
Ceca
Te odio por tener padre
un techo
un plato de sopa.
Te odio por el amor que
te endereza,
y el saber que aprendiste con ganas,
por el ejemplo de tus monedas
y el infierno que me espera en la otra cara.
Te odio por la muela que te crece
en el juicio de la abundancia
por la nada que carcome mi vacío
y se amarra de amargura a mi garganta.
La paloma desecha, no tiene dignidad para morir
así en la calle pisoteada
echando vapores de muerte en el asfalto
que soporta la huella del verano.
Y no se cansa la muerte de repetirse
renovarse en cada sacudida como el primer estertor
la caída original, la vez primera.
Te ves de paloma gris chocar con lo negro del mundo
precipitar desde el suicidio de los árboles
hasta toda la mancha de plomo en fundición.
Como ingrediente de tripas y plumas
en la sopa de mugre muerta de la calle.
A la siesta el gallo se acomoda entre sus muertos
y el sonajero de plata retumba bajo la pieza.
Los pasillos esconden sus pasos en el patio
y el rechinar de las ruedas en los baúles del siglo.
Disfraces para todos los hermanos bastardos
para toda la historia de vergüenzas
para los nietos iguales de rubios
con esa pesadumbre blanca de los párpados.
No se vea el hilo rojo que te corre adentro
el ruido doblegado en los libros
y su carne de hojas de secreto.
A la siesta se acomoda el gallo entre sus muertos.
Todo lo que calla es filo
hasta que puedas dejarte ir.
Prêt-à-porter
Como si el amor fuera un molde de papel
sujeto con alfileres
imitando la forma de la ropa sobre el cuerpo
en una brevísima parte de un solo día
según los cambios de clima o el antojo
y pudiera desprenderse, fácilmente
con cualquier desencuentro fortuito
- la zozobra del viento en la solapa,
el arrancarse la camisa
sin cuidado -
y se estropeara como papel manteca
arrugado entre las prendas que pusiste a lavar
Así
como el boceto de un traje sobre otro que ya te quitaste
o recubriendo un abrigo viejo
que ya nadie mira
en el olvido negro del ropero
en ese lugar perdido de tu propia casa.
Bocado
Si te dejara tocar la figura que se dibuja en los dedos
cuando los dedos se mojan y la imagen se borronea dentro de la boca
desecha, como el paladar de una fruta salvaje
y en la lengua dulce del sabor que me encuentres.
Si te dejara sorber un hilo de sombra cuando está dormida
y sueña que la llenás de mí
Si te dejara espiar el escenario lleno de ojos
y pasear en círculos por mi jaula encendida
No ves que todo se empaña, no se oye la respiración de la bestia?
en la penumbra despierta y soñando
las rayas del cielo cruzando la sombra que ya te bebiste
de un solo trago te la di, para que extrañes mi sabor de bocado
y pidas más.
Reemplazos
La vieja alfombra por un piso de madera
viene un parquetista, levanta, arranca, pone brea
y pega los listones nuevos
después lo sella con laca.
Ella se mira al espejo y se cambia la ropa en el cuerpo de otra
y el invierno transforma el río sucio en escarcha estancada.
La calle no tiene ojos para mirarse, la ropa envejece sin darse cuenta
y hasta se deja tirar o resucita en una feria americana
donde las chicas combinan rayas y flores con las uñas negras
y sonríen
como si nunca fueran a agrietarse los dedos, el esmalte
o la mirada
como si no existiera la gangrena
en la góndola de la carne vencida.
Mientras tanto un bicho taladro perfora la madera
del piso, recién colocado
y asoma su saciada ignorancia por los agujeros
esos que se comen a la mina del espejo
que se mira con furia
y se cambia la ropa en el cuerpo de otra.