Alejandra Basualto
(Rancagua, Chile, 1944). Poeta y narradora. Licenciada en Literatura y egresada de Doctorado en Literatura Latinoamericana, Universidad de Chile. Dirige el taller literario y la Editorial La Trastienda desde 1988. Ha conducido talleres literarios de poesía y narrativa en la Universidad de Chile, y otras universidades; y en diversas instituciones culturales en Santiago. Dominio del idioma inglés hablado y escrito. Ha sido instructora de español para extranjeros. Académica para la Humboldt State University de USA (2000-2006). Ha sido traducida al inglés, francés, italiano, danés y mapudungún, y publicada en antologías en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, España, Francia, Italia y Dinamarca y ha obtenido varias distinciones tanto en Chile como el extranjero. También ha sido acreedora de la Beca de Creación Literaria del Ministerio de Cultura de Chile en 3 oportunidades. En los últimos años ha sido Jurado en diversos concursos literarios del Consejo Nacional del Libro y la Lectura y en el Premio Municipal de Literatura. Obras:
Los ecos del sol, poesía, 1970,
El agua que me cerca, poesía, 1984,
La mujer de yeso, cuentos, 1988,
Territorio Exclusivo, cuentos, 1991,
Las malamadas, poesía, 1993,
Desacato al bolero, cuentos, 1994,
Altovalsol, poesía, 1996,
Casa de citas, poesía, LOM Ediciones, 2000,
Antología personal (1970-2010), poesía, Ed. La Trastienda, Santiago, 2010,
Invisible, viendo caer la nieve, novela, Ed. La Trastienda, 2012.
Editora de textos para Editorial La Trastienda desde 1990.
E-mail: basualto.alejandra @gmail.com
www.alejandrabasualto.com
ÚLTIMA PRIMAVERA
Sé que un día de éstos / acabaré en la boca de alguna flor
Blanca Varela
Cegadora y arbitraria entró como un torbellino
para destriparme, la primavera.
Me succionó la médula,
forcejeó con mis aprensiones hasta metérseme dentro
y tuve que verla en su verdor inexcusable,
tuve que olerla hasta la náusea,
y ella hubo de arrebatarme
hasta mis nubes más ocultas.
Quedé con el corazón en descampado, desprovisto
de telarañas y puñales / calato en su calabozo.
Engañosa, luminosa
me humilla con su mascarita de flores
y sus pajaritos recién brotados,
pero el memorioso que llevo dentro no cesa de gritarme
que no le crea / que se irá de un día para otro
con su risueña costumbre de madreselva.
Y luego tendré que construirme pabellones y huesos
y costillares y verjas de feroz apariencia
para guardarme y protegerme
de sus besitos pintados.
CANCIÓN PARA CAPERUCITAS
No le digan a los carniceros / que en cada vaca hay un cisne.
Hernán Rivera Letelier
Muchacha, huye del cuchillo
cuando aún sea posible, cada seductor
es un larvado carnicero.
No permitas que sus dedos terroristas
se cobijen en tu espalda,
sólo quieren arrancarte las plumas.
No dejes que su boca besadora
deslumbre de algas tus pezones
o derrame aromáticas especias
sobre tu vientre acurrucado.
Jamás cultives en tu Monte de Venus
perfumados verdores de perejil
de albahaca ni tomillo
que sólo despertarás sus apetitos.
Arranca de tu jardín todo asomo de laurel
y oculta el oloroso diente del ajo campesino;
no vaya a ser que hierva la avaricia
en el fondo oscuro de la olla
y el seductor no pueda contenerse
e introduzca en el agua alborotada
el bello cuerpo implume
que entonces ya serás.
EL ÁNGEL
El inconsciente es un árbol lleno de pájaros muertos
que se echan a volar cuando uno menos lo espera
Óscar Hahn
Toma de mi leche dijo el ángel
y yo, que no sabía dónde estaba
lo miré
y lo seguí mirando
con la perplejidad de los recién nacidos.
Era una noche negra y escondida,
nadie nos podía ver,
solo cabía la disculpa de venir de lejos
sin resuello
remontando río arriba hasta el amanecer.
El ángel me miró y yo no supe
si sonreír o llorar
y me quedé ahí, desbocada,
como quien no tiene horizontes a la vista,
ni bordes, ni caminos, ni siquiera,
el destello de algún amanecer en perspectiva.
Soy yo, dijo el ángel, ¿no me reconoces?
y perdida en la locura,
no pude responder, solo miraba
su larga cabellera rubia,
ahí sus ojos,
los ojos de aquel que hace ya mucho
voltearon mis sentidos, dieron rumbos a mi sangre,
percibieron que mi toda yo
estaba dispuesta.
Y entonces comprendí
que era un fantasma del pasado
una voz huera que intruseaba
en el temido recordar de los ancianos
sola sombra de los huesos porvenir.