Un día, cuando volvía de un viaje, me di cuenta de que mi desazón en ese momento tenía relación no solo con despedirme de mi amada Paris sino con no querer perder esos ojos de sorpresa o maravilla que habían recorrido puentes, callecitas, como extranjeros. Volví a Buenos Aires, la ciudad donde nací y vivo, dispuesta a mirar como si no hubiera visto.
Un poco así llegué a la fotografía. Y empecé a registrar con mi cámara, que ahora siempre me acompaña, sombras, claroscuros, luces, gestos, matices, expresiones que duran apenas un instante, relaciones y reacciones. Encontrar en cualquier parte un mundo como caleidoscopio que nunca repite sus formas ni movimientos. Tanta gente, la singularidad de cada historia escrita en rostros mezclados en el paisaje urbano.
Me formé en el Fotoclub Buenos Aires, donde en 2013 realicé la muestra individual Retratos Callejeros.
Además me recibí de Psicóloga en la UBA en 1986 y trabajo como psicoanalista.