Durante una agradable tarde de la primavera barcelonesa charlamos con Cristina, la madre de Marc, un chico de seis años y medio que cuando contaba dos fue diagnosticado como TEA. Hemos invitado a Cristina a que nos cuente algo sobre los logros y las conquistas de Marc. Esa charla es ya un documento de primer orden sobre la subjetividad de un niño con autismo, así como sobre el papel fundamental de los padres. En efecto, para tomar una expresión de Bruno de Halleux, el tratamiento del niño con autismo no existe sin los padres.
Cristina y su marido Agustín se percataron cuando Marc tenía dos años de que algunas cosas no iban bien: por ejemplo, no respondía a su nombre. La angustia, sin embargo, se apoderó de ellos cuando Marc empezó a repetir un gesto inquietante con la mirada. Después de una consulta al neurólogo, fueron derivados a un Centro de Desarrollo Infantil y Atención Temprana de la red pública de servicios sociales de Cataluña, donde residen. En este centro, de orientación lacaniana, Marc inició su tratamiento con una psicoanalista miembro de la ELP y de la AMP.
Cristina y Agustín, y sin duda Marc, iniciaron entonces un recorrido de grandes consecuencias para cada uno de ellos y para los tres en su condición de padre, madre e hijo. En el testimonio de Cristina van a poder escuchar los esfuerzos de cada uno de ellos: de los padres para entender y para comprender a su hijo, y de Marc para encontrar la manera de estar en el mundo de las palabras y de las cosas.
Cristina nos habla de las invenciones constantes de Marc pero también de las de sus padres, y nos recuerda que, en efecto, el deseo por la vida requiere de la invención.
Les dejo con la entrevista no sin antes destacar que Cristina transmite un enorme respeto por la subjetividad, condición previa a cualquier tratamiento posible de la vida. Por ello sus últimas palabras merecen ser subrayadas: los autistas también tienen voz y voto.