Susana Sánchez Bravo
Nació en Valparaíso, Chile. Estudió en el Pedagógico Técnico de la ex Universidad Técnica del Estado. Su área de competencia es la Publicidad y la Comunicación. Se ha desempeñado como docente en universidades chilenas y extranjeras, entre ellas, el Politécnico Nacional de México y la Universidad de Oslo en Noruega, durante un exilio que se extendió por 15 años y tres países. Sus trabajos literarios han sido publicados en las antologías Cuentos Chilenos, Editorial Kinkulén, Berlín; Viernes con Bach, Editorial Pegasus, Ámsterdam, “Microscopios Eróticos”, de Ediciones Atómicas, libro que obtuvo el Premio Edición de la Universidad de Salamanca, España. Algunos de sus cuentos han sido traducidos al holandés, noruego, inglés y alemán. En Chile, sus cuentos han sido publicados en los libros objetos de la Editorial Ergo Sum que dirige la escritora Pía Barros, donde es profesora suplente de Taller.Noctívaga
En las noches de menguante suelto el lazo que amarra a todas las que fui. Elijo una, a veces la más joven, otras, en la madura plenitud y las habito como a un traje de fiesta.
Nunca falla. Un macho maduro o adolescente lanza la invitación y la noche es nuestra.
A los primeros atisbos del amanecer, suelto su corbata y abro su camisa. Beso su cuello entre suspiros y digo su nombre. Mis colmillos no provocan dolor, solo un espasmo de entrega y me lo bebo al seco. Lo dejo caer en el pavimento como una copa vacía, tan vacía como yo y tan cansada de beber sin que me beban.
Nadie escucha a los niños
Cuchepina informó a la hora de almuerzo que a sus muñecas les estaban saliendo dientes.
Festejaron la imaginación de la pequeña a carcajadas. Días más tarde amanecieron con los brazos y tobillos llenos de pequeños mordiscos y ya no les pareció divertido. Cuchepina, sospechosa, fue interrogada y condenada a dormir bajo llave en su dormitorio. La noche se pobló de pesadillas, la niña gritó hasta el amanecer y, ese domingo, al buscarla para desayunar, encontraron la cama llena de sangre y el esqueleto descarnado de Cuchepina sentado entre sus muñecas.Para Leandro.
El joven escritor miró los ojos ciegos de Borges. Eran dos mínimas pantallas en blanco que se llenaban con las letras de sus cuentos no escritos
.-Lo no escrito se transforma en pesadillas que te acosan en el sueño eterno-, dijo el gran escritor y pidió: ¡Líbrame de ellas escribiéndolas tú!
El joven se acercó para mirar de cerca las palabras pero estas se transformaron en felinos de casa, barcinos, siameses o vulgares gatos de techo, de sillones de terciopelo o de barriada oscura, tigres de salón con dientes de puñales, testigos mudos de la traición o la muerte, movedizas esfinges de la indiferencia.
-No puedo hacer lo que me pides-, dijo el joven. Los gatos son mi propia pesadilla, no soporto mirarlos, nunca los he tocado y jamás me acercaré a ellos.
-Sólo te pido que los ficciones-, rogó.
-¡Imposible! Soy joven pero responsable. ¿Cómo podría escribir sobre algo que no conozco? Son tus sueños, no los míos.
Borges le encontró toda la razón y dejó caer sus párpados pensando que los jóvenes escritores de hoy no se dejan engatusar.