Solana González
Solana González es psicoanalista
Estudio piscología (UNC) y comenzó su formación en psicoanálisis en el colegio Freudiano de Córdoba. Actualmente es doctoranda en psicología de la Universidad Nacional de Tucumány su trabajo es acerca de “La definición de la noción de límite y su relación con el establecimiento de la inexistencia del universal femenino en la obra de Judith Butler y de Jacques Lacan”. Forma parte del centro de Estudios Psicoanalíticos de la Universidad Nacional de San Martin y del espacio “Conexiones” de la Diplomatura en Psicoanálisis (Unsam). La escritura es una práctica que la habita desde niña,escribió su primer cuento a los 8 años.
Palabras
Marina se sienta al borde de la cama, las piernas le cuelgan largas y blanquísimas , mirando a la ventana le regala a Pablo su espalda. El todavía acostado y desnudo la mira respirar. Está vestida con una camiseta azul , y mientras fuma con una mano con la otra se acaricia el largo de la pierna. Toda encorvada parece un pájaro.
Marina: Mis piernas siempre fueron demasiado blancas no te parece?
Pablo con los ojos cerrados sonríe.
Marina: Tendría que haber sido negra para no envejecer….Largas piernas negras… La señora que le cocinaba a mi abuela tenía unas piernas así, rebosantes de negritud.
Juega moviendo una pierna sobre la otra y mientas se ata el pelo las sube para sentarse en la cama.
Marina: Hoy vi por segunda vez al mismo cartero parado en el edificio del frente… pobre tipo… llevando el mismo paquete morado de ayer. Cada uno debería cargar sus propias vergüenzas… digo… es cómodo ser tan soberanamente ridículo con un regalo si el que lo lleva es el cartero.
Pablo que todavía está con los ojos cerrados toca con su mano el borde de la remera de Marina.
Marina: te dije que escribió Julián? Parece que encontró trabajo
Pablo: te dijo cómo estaba?
Marina: Dijo?? Escribió. Ves que no me escuchas
Y como si en ella latiera toda la vida que la habitaba y la habitaría : - te propongo un juego.
No sabía de dónde habían salido esas palabras, no le gustaba jugar y siempre había sido así. De niña soportaba con un trabajoso desdén las propuestas de los otros a jugar.
Marina: Yo te digo palabras
Pablo: Siempre me decís palabras
Marina: No, pero esta vez en serio, yo empiezo… Peludo
Por un momento Marina pensó que si él algo advertía, ella sentiría de a poco extinguirse ese latido que se había apoderado de sus piernas. La invadió un oscuro temor
Pablo: despeinada
Los dos rieron a carcajadas. Con risas estruendosas , de esas que no tienen causa con los ojos cautelosamente cerrados como si la ceguera momentánea neutralizara el sonido que salía sin saber por qué. Deseosa del peligro o de la infamia, Marina lo miró primero
Marina: lamido
Pablo: Lamido??
Marina: No se dice así a los que se peinan demasiado?
Como si tuvieran que redimirse de la risa anterior, los dos rieron francamente, domesticándose.
Pablo: Pájaro
Marina: Eso no vale…qué palabra es pájaro?. Vamos a jugar o no?
Pablo: cómo qué palabra es pájaro,? vos sos un pájaro, cuando te sentás encorvada a acariciarte las piernas.
Marina lo miró con amor, le parecía bonito que él la viera como un pájaro.
Pablo: Bueno.. Destartalada
Marina: destartalada?
Una pequeña ráfaga de enojo había entrado por la ventana, lo sentía en las caderas y en el pequeño movimiento que hacían las piernas de Pablo por soltarse de ella.
Pablo: No quiero jugar
Se lo decía mientras sus ojos negrísimos le perforaban el borde de la boca.
Marina: Dale corazón juguemos.
Se lo dijo al oído mordiéndole levemente la oreja.
Marina: Dale yo sigo… roncador
Lo dijo tapándose los oídos mientras las tetas se le movían como despertándolo. Él, entendido, subió la mano para tocarlas
Marina: Roncador
Se lo decía de nuevo mientras las tetas como pájaros lo dejaban jugar.
Pablo: Insomne
Marina: Bueno a veces…anoche no me dejaron dormir los vecinos, viste que desde que Julián alquiló ese lugar este edificio se ha puesto sonoro?... Yo digo, ¿qué le pasa a esta gente? Creen que pueden perforarnos los tímpanos para poner en su living su mesa de pino marrón
Pablo que apenas la escuchaba había deslizado la mano debajo de la remera.
Pablo: y vos cómo sabes que la mesa es de pino?
Marina: Porque vi. La subían dos tipos con unas sogas por el hueco de la escalera. Qué poco amor a sus huesos, una hernia por esa mesa de pino!!!!.Imaginate lo que va a ser la carpeta!!
Pablo: qué carpeta?
Marina: la de plástico rosada que van a poner sobre esa horrorosa mesa de pino marrón.
Pablo: Nosotros teníamos una igual. O no era eso lo que poníamos en la mesa?
Marina: No era igual… vos decís la que nos regaló tu mamá para navidad?
Pablo de verdad no sabía de dónde había salido ese mantelito que Marina ponía solo para las fiestas con su familia. En realidad él no sabía nunca de dónde salían las cosas de la casa y de esa carpetita, de la que ahora conocía el nombre, solo guardaba la imagen de los agujeritos que su cigarrillo le habían hecho una madrugada que Marina no estaba en casa.
Pablo: tenía flores?
Marina: Unas encantadoras rositas rococó moradas
Si él no conociera de ella sus gestos de desdén, hubiese creído que ella la adoraba. Recordaba esas florcitas que disimulaban tibiamente los agujeros de cigarrillos. Él que nunca le había preguntado por las cosas de la casa, sí recordaba haber mencionado esa carpeta alguna vez. Quizás porque pensaba que Marina se había dado cuenta de esos
pequeños agujeros entre las rosas rococós moradas. Y recordaba también su desaparición. Convencido hasta hoy que esa desaparición había sido por su culpa, ahora entendía que ella odiaba esa carpetita. Pero él secretamente también la odiaba a ella, a Marina, cuando hacía esos gestos , y también odiaba a su madre que nunca se ponía los pañuelos de colores que le regalaba su padre.
Pablo: Odiosa
Marina sentada sobre él seguía hablando de los muebles de los vecinos y solo por eso se dio cuenta que lo había dicho en voz baja. Se acordó de los aros azules que le había regalado para el aniversario, hacía tiempo que no se los veía. Seguro ella los odiaba como a la carpetita rosada de su mamá. Mirarla desde abajo era arrobador, las tetas altivas como ella y él la amaba cuando ella estaba así. Le apretó los muslos tentado por la escena de esa carne blanquísima dispuesta para su bocado
Marina: Ayy..mehacés doler.. Vos pensás que Julián sabía?
Pablo: Sabía qué?
Marina: que toda esa gente iba a estar en su casa, son como doscientos..están los altos que subían la mesa, la mujer gordita que ayer nos saludó en el pasillo, la adolescente que habla con el cartero y el nenito .
Mientras lo decía sus dedos largos giraban desde el mentón a sus orejas diminutas y solitarias sin los aros azules.
Pablo: Juguemos
Se lo decía y aprovechaba a levantar sus piernas para
atraparla.
Marina : ves que no escuchas
Pablo: sí te escucho
Marina : decime entonces cuántos eran
Pablo: Doscientos
Sabía que él iba a decirle eso, siempre lo hacía, le repetía la primera palabra. Como si toda ella fuera esa palabra, la primera.
Marina: Sordo!
Pablo: Donde están los aros azules?
Un ruido a muebles que caían hizo temblar los vidrios de las ventanas. Ella, empujada por la fuerza de su cuerpo, se acostó sobre él. Siempre la atraía, con los ruidos de los muebles o sin ellos.
Pablo: pero están locos?? Qué hacen? demuelen el departamento.
Marina: mueven los muebles Pablo, te lo dije
Pablo: Ves que no estoy sordo.
Lo dijo mientras le pellizcaba las nalgas. Marina se levantó de un salto. Se puso el pantalón y abrió la puerta. No quería mirarlo, lo había hecho de nuevo, ¿en qué segundo la preciosidad de sus palabras eran iguales a esa horrible mesa de pino marrón?
Marina: Me voy a desayunar
Salió por la puerta, con los pelos despeinados medio destartalada. Seguro que odia mis aros azules pensó Pablo, viéndola caminar por el pasillo como un pájaro.