Nana Rodríguez Romero
(Colombia). Poeta y narradora. Sus minificciones han sido publicadas en antologías de España:
Alrededor de un tablero,
Cuentos de ajedrez, Editorial Páginas de espuma; Argentina:
Dos veces bueno, Cuentos brevísimos latinoamericanos, Nosotras, vosotras y ellas, Editorial Desde la gente; México:
Ficticia y Colombia:
La minificción en Colombia, UPN,
Los comprimidos memorables del siglo XXI, UPN;
Segunda antología del cuento corto colombiano UPN
; Mariposas ciegas sin tiempo, Internacional minicuentista;
Destellos de cristal, Internacional minicuentista. Becaria del ministerio de Cultura en el programa Residencias artísticas en el exterior (2002). Ganadora del Premio Nacional de poesía Ciro Mendía, 2008. Entre sus obras de poesía y minificción publicadas están:
Elementos para una teoría del minicuento (1996) Permanencias (1998) Hojas en mutación, Premio de poesía CEAB(1997), Lucha con el ángel (2000) El sabor del tiempo (2000)La casa ciega y otras ficciones, Editorial Magisterio (2002), El bosque de los espejos (2002), Antología de poesía, Colección Viernes de poesía, Universidad Nacional N° 9 (2004), Efecto mariposa(2004), El oro de Dionisios (2005), Elementos para una teoría del minicuento, 2° edición, UPTC(2007), La piel de los teclados, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (2009), Vendimias del desierto, (2012),
Juanantonio (2013). Profesora e investigadora de la escuela de Filosofía y Humanidades, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
Neurosis doméstica
Las cosas de la casa cambian de lugar todos los días. Los cuadros de la estancia, resultan en el dormitorio de los huéspedes, los muebles de la sala giran su posición y también se pasean por el estudio, las plantas hacen periplos por la cocina y los cuartos de baño. Los detalles son los más nómadas, no es raro encontrarlos dos y tres veces por día en distintas mesas y repisas, los únicos que no cambian su condición de permanencia son los libros, aunque algunos de ellos reposan en la mesa de noche y el sofá.
La mujer que se ocupa de la limpieza además ejercita la memoria, no sea que por un descuido provoque la ira de su señora, al romper el orden cambiante de la casa.
Reinas
Una es en extremo gorda, la otra, en contraste es menuda. Después de la muerte de sus padres decidieron pasar la vida en una pequeña y antigua casa, con mirtos y geranios en el jardín del patio.
Se visten con abrigos negros y pañoletas en la cabeza, lucen una sonrisa franca a pesar de la ausencia de algunos de sus dientes, pelos largos y entrecanos adornan el bozo y la quijada. En la cabecera de la cama de cobre, cuelgan sus medias de seda llenas de agujeros, a los pies se alcanzan a entrever un par de bacinillas esmaltadas. Van a misa todos los días y a la salida de la iglesia, Priscila blanquea los ojos mientras pide con nobleza monedas para el Altísimo.
Como es sabido, no han conocido varón, pero se reúnen en las tardes de los sábados para leer con avidez el buzón femenino que aparece en el periódico. Se han hecho expertas en el análisis de casos de mujeres agraviadas por los hombres.
Priscila y Sofía comen frutos de mirto, mientras dormitan risueñas bajo el sol de su pequeño palacio.
Obstáculo epistemológico
Ismael era amante de los libros. Su biblioteca espléndida era el paraíso soñado por el hombre que un día encontró un Aleph, en el sótano de su casa.
Atesoraba los libros como una fascinación por el conocimiento. Enciclopedias, colecciones incunables, libros sagrados, clásicos y modernos, autores de moda y de vanguardia. Ediciones exquisitas.
Cada día que pasa crece más su escepticismo, su cansancio, en contraste con los volúmenes de la gran biblioteca disminuidos de una manera inexplicable. Sus hijos indagan el fenómeno de las desapariciones, vigilan, sospechan, hacen ejercicios de abducción, no hay respuestas.
Ismael me toma por el brazo, hace una señal de silencio y nos dirigimos hacia el sótano de la residencia. Al entrar me encuentro con centenares de baúles y cajas amarradas con sogas, cadenas y candados. Me confiesa que allí se encuentran encerrados los libros y no puede permitir que salgan de nuevo a decir incoherencias.
Le ruego me permita rescatar algunos que anhelo conocer. Entonces sale presuroso y me deja encerrado con ese Aleph lleno de secretos y cadenas.