María Eugenia Rapp
Nació en Buenos Aires el 27 de abril de 1967. Es Licenciada en Psicología, egresada de la Universidad de Buenos Aires en 1992. Desde hace varios años trabaja en una ONG de la Ciudad de Buenos Aires que brinda asistencia post penitenciaria y se ocupa de la reinserción social de personas que atraviesan situaciones de conflicto con la ley.El probador
Comparada con el empleado que le acerca un camisón de seda, ella se siente varón con sus gestos comunes en el espejo, no encuentra dónde colgar la cartera, se choca los codos en el pequeño cubo para despegarse el jean, ahora derrumbado en el piso y tragando la pelusa del rincón. Demasiado flaca, recuerda la burla del gemelo cuando tenían catorce, parece un pibe, una tabla, se quejaba por ella el hermano, dónde estaban sus curvas, quién se las había comido.
Te queda divino, la mano mimosa le toma una pinza en la espalda, la cabeza barbuda se asoma por su hombro y repite divino, el color es soñado, la otra mano se desliza por la seda en la cintura, sube hasta la axila y vuelve a bajar por las uvas del pecho imperceptible. Ella se pone de agujas en la nuca, la piel del erizo desde el pelo a los talones ¿Te parece que me queda bien? al fin le sale por la boca, no quiere que la deje sola, que no se vaya la mujer allí encerrada en ese cuerpo. Te queda divino él repite y la acaricia de nuevo
le prueba las formas que el espejo no le da.
Días de visita
El marido de ella hacía rato que se había muerto pero la seguía visitando casi todas las noches. Digamos que cuando faltaba, ella empezaba por rogarle a la virgen y si no había caso seguía por amenazarla hasta quitarle las cintas y los vestidos y daba
(Incluido en el Libro Lengua de Sopa, Editorial El Mono Armado. Publicado en el N° 2254 de la revista Caras y Caretas)
Llueve dulce en el mármol
Como ahora, que se levanta y busca las pantuflas con la memoria descalza, sobre la alfombra, arrastra la planta tibia de los pies hasta la seda verde de las pantuflas, porque los pasos recuerdan la seda. Y sale por las grietas del frío hasta el agua de la canilla más fría y se lava el aceite de toda pesadilla. Pasillo, escalera. Tiene que dejar pasar, ahora tiene que entrar la luz, para que amanezca el aire en la cocina, donde vaga el olor de la fritanga, del vino, en el fondito grueso de un vaso de vidrio. Es detestable rellenar la azucarera; cuando quiere ponerle azúcar al mate ya no hay. Busca un paquete cerrado y los dientes
(Incluido en el Libro Lengua de Sopa, Editorial El Mono Armado. 1° premio del Certamen internacional Contextos de relato breve, año 2003)