Luisa Valenzuela
escritora, periodista durante largos años, trashumante y viajera, nació en Buenos Aires, Argentina, donde reside en la actualidad.Tres tristes timbrazos
Suena el timbre. Estoy esperando a mi amante y llega mi amiga. Mi amiga es nadie.
Suena el timbre. Estoy esperando al plomero y llega el cartero. El cartero es nadie.
Suena el timbre. Estoy esperando al médico y llega el funebrero. El funebrero es nad... Me rectifico: ahora Nadie soy yo.
Efectos especiales
En el importante estudio de filmación contrataron al mayor experto en efectos especiales. El galán no quería dobles, y por supuesto no se le podía pedir que saltara de una terraza a otra a veinte pisos de altura como exigía el libreto. El experto era un verdadero mago, un brujo, siempre lograba lo que le pedían. Supervisó él mismo la construcción de las plataformas de veinte centímetros de alto que simulaban las terrazas, escogió con especial cuidado la pintura negra del suelo para poder generar allí el abismo por computación. Pero el galán se negó a saltar el metro que separaba una plataforma de la otra. Me voy a arrugar los pantalones, alegó, me voy a despeinar y lastimar las rodillas. Necesito que lo haga, insistió el experto, para obtener la necesaria apertura de piernas así la escena sale perfecta. Usted es un verdadero mago, un brujo, arrégleselas con lo que puedo brindarle porque yo no estoy acá para recibir órdenes, le contestó el galán de mal talante.
Uno de misterio
Acá hay un sospechoso, qué duda cabe. Usted vuelve a releer el microrrelato, lo analiza palabra por palabra, letra por letra, sin obtener resultados. Nada. No se da por vencido. Gracias a la frecuentación de textos superbreves como el que tiene ante sus ojos usted sabe leer entre líneas, entonces se cala bien las gafas y ausculta el espacio entre las letras, entre los escasos renglones. No encuentra pista alguna. Nada. El sospechoso es más astuto de lo que suponía. Toma una lupa y revisa bien los veinte puntos, las veinte comas, sabe que debe esconderse en alguna parte. Piensa en el misterio del cuarto amarillo, cerrado por dentro. El sospechoso no puede haber salido del texto. No. Busca el microscopio de sus tiempos de estudiante y escruta cada carácter, sobre todo el punto final, que es el más ominoso. No encuentra absolutamente nada fuera de lo normal. Acude a una tienda especializada, compra polvillo blanco para detectar impresiones digitales y polvillo fluorescente para detectar manchas de sangre. Sigue las instrucciones al pie de la letra con total concentración y espera el tiempo estipulado sin percatarse del correr de las horas. Pasada la medianoche oyeDe Juego de villanos, Thule Ediciones, Barcelona, 2008.