Voz
En este espacio perdido, donde me ciega el resplandor de la ausencia, es beneficioso tantear tu voz, dragón alado, hasta repasarla con los dedos para fabricar, en la forja de mi lengua, la imagen de tus labios moviéndose.
Coordenada precisa, ofréceme el aire que las noches me niegan de tanto oírte; en la insistencia lujuriosa el fuego va a lo ya incendiado y se multiplica. Y es cierto que espero con la desnudez a cuestas que silbes mi nombre y aquí-mejor-me-detengo.
Entretanto, equilibrada en tu cuerda, que es vocal y consonante, regreso al deseo: casa y refugio; instalada la piel en su sitio, regreso y agrego un batir de alas al recuerdo del mal paso. Porque caería al precipicio, caería ahora mismo, con tal de ser recogida por tus exhalaciones. Es ahí, mi monstruo, mi verdadera ficción, donde quiero estar.
Venus de los tajos
Delicia de perderse en la imagen presentida.
Alejandra Pizarnik
El espejo no me salvó, lector variable, de estas palabras. Ya quisiera haberte cantado un mugido alegre, enfundada en el lamé de Marilyn, pero (siempre hay peros en las tragicomedias)
preferí el más obsceno de los silencios, ése que se abre de piernas para mostrar comunicaciones e imprecisiones. Opté por el cuchillo hundido en mi piel y que antes saboreó Slasher Mary en su acto de rabia.
Cada tajo es una escritura y una contemplación.
Cada escritura es un modo de decir que no.
Cada contemplación es la arruga de una historia venida a menos. Porque los grandes momentos épicos del espejo han sido barridos por la escoba de una desconocida.
Aquí está el amor de la neoplasia, la dentellada caliente que vive sola y que muere sola.
Aquí está mi ofrenda: Tómala, hunde tus dedos en ella; escarba en cada una de las heridas, agrandando así el espacio entre deseo y poder.
(*) Texto basado en el cuadro Venus del espejo, de Velázquez, tajeado por Mary Richardson, Slasher Mary, en 1914.