José Matusevich
Pasé por cuatro experiencias diferentes de análisis, la primera con una analista kleiniana, otra freudiana, luego dos lacanianos. Los primeros fueron según la ortodoxia de los cincuenta minutos, los otros con la sesión de tiempo variable y luego la sesión breve.
Con las sesiones que duraban apenas unos minutos tuve la experiencia que el tiempo de las sesiones era otro, esos pocos minutos eran muy intensos y nada tenían que ver con el tiempo cronológico: si miraba el reloj habían pasado cinco minutos y mi sensación era como si hubiera pasado mucho más tiempo.
El tiempo de la sesión tenía una densidad desconocida.
Muchas veces me pregunte el porqué de esta sensación, y qué llevó a Lacan a buscar ese efecto.
Aunque quizás no coincidan los tiempos entre la práctica de la sesión breve y el concepto de parlêtre, este último la eleva a aquella a ser un principio y no un estándar.
Para poder demostrarlo sostendré: Lacan, al proponer la sustitución del inconsciente por el parlêtre pone en cuestión la subjetividad, y por lo tanto es necesario saber cuáles son las nociones de espacio y de tiempo que corresponden a la experiencia del parlêtre. Digamos que Lacan sostuvo varias veces la necesidad de una estética trascendental que esté de acuerdo con la experiencia del psicoanálisis.
Lo real, lo imaginario y lo simbólico son las tres dimensiones que anudadas de forma borromea conforman el espacio del parlêtre, que es lo que Lacan nos legó para orientarnos, parafraseando el seminario que dió en Caracas.
Ahora bien ¿cuál sería el tiempo que está en juego en esta experiencia?
En “Respuesta a los estudiantes de filosofía”, artículo ubicado en Otros escritos podemos leer: “Por el solo hecho de considerarlo en el Tiempo, ese sujeto del ‘yo pienso’ revela lo que él es: el ser de una caída. “Yo soy ese que piensa”: luego “yo soy” -ya lo comentado en otra parte- destacando que el “luego”, rasgo de la causa, divide inauguralmente el “yo soy” de existencia y el “yo soy” de sentido”.
Sin duda Lacan extrajo esta idea de la segunda de las “Meditaciones Metafísicas”, sobre todo de la pregunta que se hace Descartes: “en tanto yo pienso, yo existo, tengo certeza de ser una cosa que piensa y existe, y entonces ¿si dejara de pensar dejaría de existir?” Sin resolver esta cuestión se desliza a “¿qué soy yo?”, pasando así del cogito al cogitatum, o sea del acto de pensar a el contenido del pensamiento.
La lectura que Lacan hizo en el Seminario sobre la identificación sobre la pregunta ¿si dejo de pensar dejo de existir?, y la eleva a una paradoja igual a la del mentiroso. Y la solución a ésta es la división entre enunciado y enunciación, a nivel de el enunciado miento pero a nivel de la enunciación sé que miento. Pienso a nivel de la conciencia, y aunque deje de
Ahora bien no hay solamente una noción de tiempo, hay por lo menos tres, una la del significante, que Freud llamo a posteriori y Lacan punto de capitón, y otra que podríamos resumir como: “la relación del uno determinando al efecto de perdida”, que Lacan escribe así: 1/a=1+a
Esta fórmula que encontramos en el seminario De Un Otro al otro, explica al rasgo unario como causa de que la cosa aparezca como perdida, y a partir de este momento originario demuestra cómo la repetición del 1/a es congruente con la serie de Fibonacci, y el numero de oro produce el objeto como plus de goce.Recordemos que partimos de dos tiempos, el del ‘yo soy’ como existencia versus el ‘yo soy’ del sentido. El primero es del cogito sin contenido, solo instante, fuera de cualquier medida, el hecho de pensar. El segundo es el pensamiento del pensador que comprende el tiempo de comprender y el momento de concluir, discreto, por lo tanto medible.
Las llamadas sesiones breves tienen como principio que:
José Matusevich
Noviembre 2014