«Cuéntanos una mentira, Fernando» —le espetaron el par de viejas, meciéndose en sus sillas en el umbral de la casa y apoyadas en su fama de mitómano. «¿Mentiras yo?, ¿en este momento?, ¡si voy a casa de Filomena, que acaba de morir!». Noticia francotiradora para quienes aquella anciana representó una amistad indisoluble y veterana. Se desmecen, se atavían con las especificaciones de ocasión, y parten apresuradas. Al llegar, afligidas, encuentran a la Filomena meciéndose lenta y preguntándoles: «¿Para dónde van de luto, mijas?».
(Tomado de Convicciones y otras debilidades mentales)
Siendo un niño, daba vueltas hasta caer mareado. Cuando tuve edad, fumé y me puse verde, como lo que regurgité; con el tiempo, los pulmones eran color sepia. Más tarde, me inyecté drogas hasta que no había un centímetro de la piel intacto. Acerté siempre a hacer malos negocios. Infundía irrespeto en los demás, que no se privaban de darme sendas palizas. Siempre lograba las relaciones íntimas en condiciones de riesgo y entre bribones. Así, cuando por fin me hice responsable, decidí suicidarme en defensa propia.
(Tomado de Roles)
Con su propio linaje, Noé salvaría a los hombres respetuosos de Dios. Y para salvar a los inocentes animales, introduciría al arca parejas de aves del cielo, ganados, bestias y reptiles terrestres.
Ahora bien, los machos y las hembras escogidos casi nunca estaban ligados de antemano; en muchos casos, su unión habría sido imposible mediante el encuentro entre las hormonas y los órganos que las saborean; la elección casi siempre pasó por deshacer parejas ya conformadas. Pero nada de esto fue inconveniente: los animales, respetuosos e ignorantes de la condición impuesta, no sintieron el llamado instintivo hasta ser liberados bajo el mandato de crecer y multiplicarse. Entonces cumplieron, también dóciles, con la desvergüenza a la que tal consigna llamaba.
Por su parte, Noé y esposa ya eran una pareja, decisión respetada, aunque cada uno se preguntó si habría sido afortunado de haberle correspondido otra. Llamados a mantenerse castos durante el viaje, musitaban plegarias y rumiaban pensamientos, pero estos remedios no conseguían atenuar la duda, sino fortalecerla. Ambos también fueron exhortados a crecer y multiplicarse, a poblar la tierra; pero finalmente no pudieron, y esa misión debieron asumirla los hijos engendrados antes.
(Tomado de Oficios de Noé)