CAYENDO EN LAS ENTRAÑAS
Pienso en las muertes que me desgarraron en los años oscuros. Y en tantas otras muertes. Víctimas caídas bajo sus zarpazos en otras latitudes, malas noticias que me han ido llegando desde que tengo recuerdo hasta hoy. Y ahora estoy cada vez más cerca del demiurgo, ya no puedo evitar llegar al origen de los desastres. Recuerdo esas pesadillas en las que trato de escapar de algo ignoto y amorfo, pero en el sueño me empantano y me abandonan las fuerzas. Siento un escalofrío, como si estuviera desarmado frente a una bestia hambrienta. Me calmo un poco, esto es un inicio, vamos a terminar con el mal de raíz. Entonces veo sus primeras formas mientras me sigo aproximando, una mole de cemento y vidrio. Escucho los gritos de los pasajeros y enderezo el rumbo del avión hacia el objetivo. No tuve más alternativa que venir, era mi deber.
LA COARTADA
Finalmente había una ventaja en ser el músico a cargo del gong en la Orquesta. Dionel llevaba años soportando burlas de su mujer y sus amigos. “Pareces un monigote parado ahí casi dos horas para pegarle un par de veces al instrumento”. Luego ella agudizaba la crítica “Bueno para nada, ¿no eres capaz de buscarte otro empleo” y otras lindezas que se fueron volviendo insoportables.
El día de la gala de cierre de temporada, partieron con Schumann. La segunda pieza era de Stravinsky, no incluía gong y duraba casi una hora. Fue suficiente para salir del teatro, tomar el Metro, y llegar al gimnasio justo a la hora en que ella salía