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2024
Argentina

Débora Benacot

Débora Benacot  (Mendoza, 1976). Egresó de la carrera de Letras (UNCuyo). Publicó los poemarios Ácaros al sol (Fundíbulo Ediciones, 2011) y Pirsin (Premio Vendimia de Poesía. Ediciones Culturales de Mendoza,2012). Resultó finalista del Primer Certamen Mundial de Microrrelatos organizado por la Internacional Microcuentista. Obtuvo el Segundo Premio en el Certamen Provincial de Minicuento “Eduardo Gregorio” (Municipalidad de Junín, Mendoza, 2012) y 3ra Mención del Concurso #Microficción40, en la 40a Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (2014), a cuya 6ta Jornada Ferial de Minificción fue invitada. Participó en las antologías: La ficción en el umbral; Narrativa mendocina contemporánea (DGE, 2009), Tam tam de voces: Taller literario dictado por Liliana Bodoc (Municipalidad de Godoy Cruz, 2011) y I Antología Triple C (Macedonia Ediciones, 2012) , así como en múltiples publicaciones virtuales. Como miembro de la 'Cofradía del Cuento Corto' y junto a otros microrrelatistas mendocinos, publicó el libro Con la literatura no se juega (Macedonia Ediciones, 2012).  Forma parte de la edición argentina de ¡Basta!Cien mujeres contra la violencia de género (Macedonia Ediciones, 2013). Ha sido traducida al francés en Lectures d'Argentine 2 bajo el proyecto “Lectures d'ailleurs”. Su obra más reciente de narrativa breve: Escrito en un grano de arroz (Fundíbulo Ediciones, 2014). Más info en www.redboa.com.ar
Buenos vecinos
    La del departamento de abajo viene a reclamar por ruidos molestos. Es que tengo dos niños pequeños e inquietos que están en la edad de descubrir todo, de andar por la casa moviendo muebles, tropezando, tirando juguetes al piso, mis angelitos. Entiendo su queja, señora, pero qué pretende, ¿que vuelen? Después de prometerle que haremos lo imposible por disminuir el bochinche, la vecina se retira. Miro a mis hijos y les digo que para no tener más problemas con la señora del 4to A, siempre y cuando las cortinas estén cerradas, y sobre todo en horas de la siesta, haremos una excepción y podrán usar sus alitas.

Pasatiempo
            No sirve resistirse. Hay que dejarse llevar, acompañar el fluir de los eventos, adaptarse a la nueva circunstancia, tomarla como un juego. Estamos aquí, es nuestro sino. Para qué patalear si ya sabemos dónde termina toda chispa de rebelión. Estrellada en el fondo de este pozo transparente, hecha montón, como si nada. Uno encima del otro. Demasiado pequeños. Nuestro destino tatuado en la piel de la velocidad constante. Los fatalistas hablan de la gravedad del asunto. Otros, en cambio, preferimos aceptar estoicamente la condena. Del otro lado del vidrio, los curiosos nos ven caer. Contemplan con ansiedad el espectáculo. No importa. Es circunstancial, recuerden. Ahora, abajo. Un minuto después, arriba. Solo es cuestión de que aparezca la Gran Mano que todo lo orquesta y dé vuelta, una vez más,  este reloj de arena.

Campo minado

    Sigiloso, apoya el pie y aguarda unos segundos. Es seguro seguir avanzando. Elude otro montículo; mientras tanto, conversa. Responde con soltura cada inquietud de su interlocutor. Incluso, hasta ahora, lo está disfrutando. El interrogatorio parece no acabar nunca, pero tiene cintura —pudo ser boxeador, se dice— para esto de esquivar las situaciones riesgosas. Está por concluir el tiempo y ya se imagina ileso en la otra orilla, cuando le asestan una pregunta fatal que lo hace trastabillar. Después, es cuestión de segundos para que las piernas tiemblen y tropiecen en dominó. Esa muerte prematura del hermano menor ¡BUM! El perro de la infancia atropellado por un auto justo el día de su cumpleaños ¡BUM! La novia que lo dejó con los anillos del compromiso en el saco mientras se mandaba a mudar con su mejor amigo ¡BUM! Todavía aturdido y con la mente llena de esquirlas, se escucha pactar con el analista la cita de la semana siguiente. Le habían dicho que hacer terapia podía ser fuerte. Boxeador —sigue pensando— habría dolido menos.
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