Carolina Cisneros Pinedo
Lima - Perú Estudió Comunicaciones en la Universidad de Lima y Creatividad Publicitaria en la Escuela Superior de Creativos Publicitarios (Buenos Aires, Argentina). Actualmente trabaja como Community Manager.SEGUNDA PERSECUCIÓN
Ella rondaba por la habitación, siempre alejada de la ventana; abriendo y cerrando los ojos, comiéndose las uñas con fuertes mordidas. Las ojeras pronunciadas la hacían ver como un fantasma. Cada vez que se observaba al espejo, soltaba un grito de terror y otro de dolor.
El reloj marcó las doce de la noche. La luna llena alumbró todo su ser. El segundero empezó a girar en sentido anti-horario. En ese momento la manija de la puerta no dejó de moverse. Las lágrimas humedecieron su rostro y sus ojos se tornaron rojos.
La mujer comenzó a correr de un extremo a otro, dándose golpes contra la pared. Sus dedos carcomidos sangraron y de pronto sus alaridos ensombrecieron la habitación.
La puerta se abrió estrepitosamente y la mujer se difuminó.
El médico legista se acercó a la ventana para sacar muestras de las gotas de sangre que aún quedaban pegadas sobre el cristal. Aún no daban con el asesino.
Regresaron a la morgue esa misma noche para analizar nuevamente a la difunta, pero esta había desaparecido.
EL CUADRO INCONCLUSO
Ella vivía dentro de un cuadro. Observaba, a través de la ventana de una casa muy iluminada, el río. Era de noche. El paisaje se veía espectacular con la luna en cuarto creciente. Solo faltaban las estrellas.
Un día, el pintor, en un ataque de furia, decidió salpicar la casa de negro. Ella quedó atrapada en la oscuridad.
LA TORTURA
Comía un sándwich, abriendo exageradamente los ojos y masticando con la boca abierta. Se notaba hilachas de pollo entre sus dientes y pedazos de lechuga entre sus labios.
El taxista, que observaba a través del retrovisor, cerró los ojos apretando los dientes.
De pronto, brotó una especie de saliva viscosa de los labios del pasajero.
El taxista palideció.
Sacó una dentadura de su boca y procedió a limpiarla de los restos de comida.
El taxista extrajo su cara por la ventana, soltando un eructo. Empezó a sudar.
Una caja gigante de popcorn, paquetes de Chizitos, papas fritas… todo a punto de ser devorado.
El taxista ya no quería ver. Para su mala suerte, el equipo de radio se encontraba averiado.
Seguidamente el pasajero le sorprendió con preguntas mientras masticaba. El taxista respondía con los ojos rojos.
El camino, era largo.