Al ponerle ese nombre ya le estábamos pidiendo a MM más de lo podría dar. Pero había que llenar el vacío que dejaba la pérdida de un supuesto ’amor incondicional’. Se le pidió magia; pero Mora Maga insistió en ser Morita
A los pocos días ya noté que ‘había salido’ a mi mujer. Cuando percibía un peligro (un probable ataque, un acercamiento brusco, la aparición de un desconocido) se asustaba y ‘contraatacaba’ a los ladridos y, muy esporádicamente, con alguna mordida filosa. Particularmente sensible al miedo del otro, si lo percibía tras sus ladridos, parecía considerar que el otro también la intuía como peligrosa, lo cual rápidamente hacía que se defendiera del contraataque que provendría del otro y así armaba un circuito creciente de ladridos y amagues de ataques. No importaba que el otro fuese el portero, un enorme pastor alemán, un pitbull, un caniche o una jauría amaestrada de muchos perros recorriendo Buenos Aires por su paseador. Ella era un Schnauzer Mini y más allá de sus 7 kilitos logrados y su estirpe de cazadora de roedores, no dejaba de confundirse con su ancestro Gigante de 40 kg., partícipe de las I y II guerras mundiales y de uso por parte de las policías alemanas.
“Va a vivir en un departamento, tiene que ser chiquita (hembra) pero no quiero un juguete, quiero un `perro,” dije al iniciar mis exploraciones en la Federación Sinológica Argentina. “Entonces llevate un Schnauzer Mini, pero no lo dejes acercarse a otros perros por el lapso de tres meses.” Hecho. Desde entonces, Mora Maga, bah! Morita adquirió –para nuestra sorpresa y poca gracia- una desconfianza que con mucha paciencia y medidas enloquecidas se asemejó a un ‘olfato’ semirefinado para detectar a aquellos que no les caía bien. Pasamos horas con César Milán, Escuelas de perros, etólogos, veterinarios, homeópatas, hasta que pudo ‘saber y hacer’ alguito con su síntoma de temor. (y nosotros con el nuestro porque Morita es un síntoma familiar desde su llegada a nuestro mundo, un tanto diezmado por entonces).
En principio no había reparado que ‘Schnauzer’ es un modo de decir ‘ladrador’; con ‘D’ con ‘B’. En esto, la raza manda (o describe): si algún desconocido se acerca por el ascensor, varios pisos antes que llegue, Morita empieza a ladrar; del mismo modo parece ‘saber’ cuando sube alguien de la familia; o cuando nos visita alguien quien le cayó bien: sus ladridos de algarabía, sus cabriolas, su ‘ofrecer la panza ‘son más válidos que lo que podamos espiar por la mirilla. No hay peligro mayor que despierte rauda y obsesivamente el espíritu de la raza de sus ancestros arios que el chirrido del ventanal de mi escritorio. ¿Qué ratones habrá detectado por esa zona? Sólo ella sabe, pero haga lo que haga, cuando oye ese chirrido, sale disparada a instalarse y permanecer inmóvil, con la cabeza gacha, por mucho tiempo hasta que se cerciora de que eso no requiere más su atención. Incurable. A veces utilizado con cierta malicia por nosotros si queremos distraerla de alguna actividad que nos resulte molesta. Sin embargo, sabe cuando nuestros ladridos indican que debe irse con cabeza gacha ‘al calabozo’ (baño pequeño de reclusión por 10-15’) cuando meó o cagó dentro de la casa. Salvo honrosas excepciones, sólo hace pis incitada por mi mujer a la cual incita de diversos modos a llevarla al lugar reservado para ese menester, pero es más libre en cuanto a sus requerimientos defecatorios. Advertidos por varias lecturas, César Milán y otros, de la costumbre general de mendigar comida, nos pusimos firmes al respecto. Un rato, después firmes con la dieta; después no tanto; Morita sabe perfectamente quien va a aflojar el primer bocado y allí se instala, incluso en asados de concurrencia numerosa. Si no se le responde, se hace sentir: da empujoncitos de intensidad creciente con su pata hasta que logra su cometido: o comida o tono de voz más alto del habitual, que la incita a esconderse bajo la mesa.
No es para sorprenderse tanto: ella parece haber respirado algo del aire de intelectualidad de la casa: no sólo porque ladra y no muerde, prepotea a los grandes perros pero escapa cuando desata su furiosa respuesta; es de izquierda: se le pide ‘patita’ y ella invariablemente levanta la zurda. Algo así como algunos intelectuales de izquierda que conocimos. Además sabe inglés y alemán; no tanto como para entender a Shakespeare o leer a Freud, pero: interpreta perfectamente el mandamiento de ‘no matarás’ cuando se le dice, en el tono que sea: “Morita, don’t kill” o “Morita, nicht toeten” (no mates) y a veces se acuerda de caminar a mi lado cuando le digo “Bei mir” (junto a mí) y le pego un tironcito adicional a la correa para que se me acerque. Me mira con ojos bien abiertos y lengua jadeante cuando, después de haber escuchado ‘run’, la dejamos sin correa en la playa o en el parque. A pesar de nuestras consultas y precauciones en torno a este animal presuntamente salvaje que se desataría con la llegada de nuestros nietos, juega con ellos afanándole sus juguetes, chupetes e inclusive libros en cualquier idioma!
Más allá del inevitable soborno de la galletita ‘para hacerse amiga’ el cual erróneamente podría atribuirse a una característica general de los canes, estamos convencidos que en este accionar revela su lucha por afianzar su identidad argentina superando la de sus ancestros y de los diversos idiomas que conoce. Nosotros creíamos que habíamos comprado un perrito, cuando en realidad fue Morita quién ‘nos compró’: nos metimos el perro.
Me rectifico: al fin y al cabo ‘hizo magia’: todavía nos hace reir.