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2024

Rosa Edith Yurevich

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Una página francesa

Después de la 4ta sesión en el último día de ese viaje, consideré posible irme al hotel. Mi analista no pensaba lo mismo y agregó una 5ta. Salí a ese rudo frío parisino un poco conmovida por esa demanda no habitual. Era viernes. No me atendería el sábado. Mi retorno a la sala de espera era en una hora.
Me senté en el bar de siempre, pedí un café e intenté pensar el porqué de esa sesión, para mí, extra. No recuerdo puesto que es difícil recordar lo que había dicho. Generalmente si no anoto, seguro algo se pierde y sólo me permite recordar algunas cosas que resultan sueltas, piezas sueltas la mayor parte del tiempo. Lo he preferido así. Fue una elección que había realizado varios años atrás. Que quede lo que quede. Lo demás, que se pierda, si es que se pierde.
Ni bien ni mal, una decisión. Sólo escribo algunas cosas muy puntuales, tal vez interpretaciones fuertes que las recuerdo aún hoy sin dar muchas vueltas y sin buscar en las famosas libretitas que los primeros años de análisis, cuidadosamente iba coleccionando. Un día las leí a todas y me parecieron tan extrañas, tan ajenas al punto en el cual me encontraba, parecían tan del orden de lo imaginario, tan del orden de lo tonto, a pesar de la importancia que Lacan da a la tontería. Preferí tomar distancia de aquello que yo había sido al comenzar mi análisis y las tiré donde corresponde, en la basura.
Volví una hora más tarde, tal como me lo había solicitado. Recordé que el tema que había sostenido era el de "la nena", en una clara referencia a mi

nieta, pero que era inevitable pensar que era yo misma mirándome en ella.
Entré con cierto paso cansino a la sala de espera primero, tal vez otra hora e ingresaría al consultorio.
No sabía de qué hablaría. Igual hablé y hablé. Hablé de la distancia que se abriría de aquí en más hasta poder volver y del peso que me significaba llevar la vida yo sola.
También le había contado que un día mi nieta preguntó intempestivamente "¿qué era el sexo?" el malentendido surgió inmediatamente, le contesté: "¿el sexto? viene después del cuarto y del quinto. Burrada a la cual la pequeña había respondido: "No, no abuela, ¡el sexo, el sexo!" y lo dejó allí. Menos mal puesto que no sabía que responderle.
Al finalizar la sesión repitió como en letanía: "la espero en una hora."
La sexta sesión! La pucha! pensé que habré hecho?! Qué mal estoy! No salgo de mi angustia y él se da cuenta. Es mi último día que tengo sesiones por esta vez, debo retornar a mi país y él se da cuenta.
Esta vez encaré hacia otro bar, "Le Vavin". Muy decidida llegué y me dije a mí misma que no soportaría un solo café más ese día. Pediría otra cosa, lo único que me aparecía en mi mente era un "kir", una bebida clásica de allá, una mezcla de cassis con vino rosé, también existe el kir royal que es a base de champagne pero no me pareció prudente. Los franceses suelen tomar justo a esa hora, las seis o siete de la tarde parados o sentados frente al mostrador, la barra como le decimos nosotros o le comptoir como le dicen ellos
Dejé mi sacón en una banqueta, pedí el kir y me fui al baño a sabiendas que a mi retorno, tanto la bebida como el sacón estarían allí.

Sentí al volver, ese placer que produce el saber que es posible en algún lugar del mundo dejar un objeto y encontrarlo al volver. Si lo mismo hubiese sucedido en mi país, nada hubiese encontrado incluyendo la banqueta por supuesto, perdida en manos de alguien que la hubiese ocupado.
*
Me senté allí decidida a formar parte de la escena , estar como una parroquiana francesa más sin serlo , pero sabiendo que descompletaba el conjunto y al mismo tiempo formaba parte de él y que eso que vivía era un hecho de ficción. Para los demás yo era uno de ellos. A mi derecha se encontraba un hombre leyendo el diario Le Monde quien gentilmente me preguntó si quería una parte del mismo a lo cual contesté que sí. Mientras leía las noticias del mundo e intentaba estar en él, miraba a dos jóvenes. Había pedido bebidas pero no podía saber cual era. Más allá otro hombre también sentado en una banqueta charlaba con el barman y sostenía su bebida. Una mujer entraba en ese momento, solicitó una copa de vino rojo, la tomó de un solo saque y se retiró.
Los demás se encontraban sentados, algunos solos, otros charlando animadamente, todos antes de ir a sus casas , suponía yo." La copa del estribo" le decimos acá, allá no sé. Era mi "happy hour". Me sentía feliz con no sabía cual pulsión me divertía más. Si la mirada, la oralidad, la voz...esos sonidos con los cuales otra lengua que trataba de hacer mía, llenaban mis oídos.
Seguía con la misma sensación que cada vez se hacía más fuerte, necesitaba un kir para la sexta sesión con mi analista. No me sentía con

las fuerzas suficientes ni para caminar hasta allí, ni para hablar. ¿Que le diría esta vez.?. Por otro lado , la sensación de la separación cada vez más intensa, si me iba ¿ cuando volvería? No era posible predecir. Sentir que se abre un tiempo que bien puede resultar infinito, no me dejaba en las mejores condiciones. Dos días tenía para estar allí hasta la salida de mi vuelo a partir del momento de salir del consultorio. Dos días en la que quedaría sola. Siempre estaba el teléfono, o siempre estaría internet, pero dos días sola ¡me parecía una inmensidad!. Por ese momento pertenecía allí como los otros, un instante más tarde, en el momento de terminar mi lectura del diario, de tomar mi bebida, abrir la puerta del bar, toda la escena desaparecería. Volvería a la calle donde algunos copos de nieve ya comenzaban a anunciar lo que vendría después, caminaría esa cuadra y media hasta mi analista, volvería a ser una analizante extranjera común, volvería a otro hecho de ficción, el análisis, miraría los jardines amados, cuyas puertas ya estaban cerradas, los árboles que apreciaba desde mi diván y...no pude evitar que mis ojos se llenasen de lágrimas. La emoción y la angustia me ahogaban. Debería volver y afrontar todo lo que me esperaba en mi país, incluyendo al país mismo.
Europa por su parte, ardía económicamente mientras su clima se congelaba prácticamente.
Pagué los seis euros correspondientes. Seis euros por un recuerdo Barato me dije , seis euros por estar en ese café como una más. Barato, volví a decirme.
Me despediría de mi analista con coraje. "Courage (coraje)" me había dicho un colega francés cuando le dije que llegaba de Argentina para analizarme y comenzaba la semana. Ya había pasado una semana!

Me dirigí nuevamente a tocar el timbre, a decir mi apellido, a empujar la puerta que no se vuelve más liviana con el tiempo. Esas pesadas puertas de reja y vidrio, tengo que poner todo mi cuerpo para entrar, pasar otra puerta de madera y vidrio estilo vaivén que si uno la deja suelta, da la impresión de que los vidrios estallarán en mil pedazos por lo cual creo que todos somos delicados con ella. Luego viene el ascensor del año... ...también de madera, espejo y una puerta vaivén de esterilla que golpea como si fuese la última vez que pensase en funcionar.

*
En el portero, el tercer piso está con un nombre: el de mi analista. Cuando comencé a ir no figuraba por lo que recordé mi primera vez cuando subí y fui a parar al quinto piso, toqué el timbre, salió una mujer, le pregunté por mi analista y su respuesta en clarísimo francés fue: "los locos en el tercero" le agradecí la indicación, sobre todo el significante "loco" que marcaba un punto serio en mi vida.
Mientras iba divagando y recordando, toqué nuevamente el timbre en el lugar que correspondía, nunca más había vuelto a equivocar el lugar adonde debía ir.
Su empleada me abre la puerta y la miro encontrando que ha comenzado a blanquear su cabello. Llevo muchos años yendo. Me recibe sonriendo. Quiero aclarar que no a todos les sonríe, ella cree que yo hablo francés porque una vez le hablé en francés pero se equivoca bastante, balbuceo y hasta ahí no más. Colgué mi sacón, conté cuántos sacones o tapados había, pensé "no muchos, me atenderá rápido". Adentro ya el tufo de tantas horas acumula olores de todo tipo, incluyendo el del cigarrillo que

algunos fuman a escondidas abriendo la ventana para que nadie se dé cuenta.
Había poca gente. Como es habitual , pregunté en francés quien era el último, alguien levantó la mano y ya me senté tranquila para esperar.
Suspiré y hasta creo que un quejido se escapó de mi garganta. Me dio vergüenza pero simulé que no provenía de mi
Cuando me llegó el turno, pasé y me tiré en el diván , literal, mi diván. Había cerrado las cortinas, no recuerdo que haya cerrado las cortinas otras veces. Las cortinas pesadas de terciopelo color ocre. Me pregunté a mí misma porqué estaban cerradas las cortinas. No vería mis amados árboles, no podría apreciar los jardines desde allí, ni el cielo, ni las nubes. Cerrado. No sabía si era por el frío que ingresaba por los vidrios. No sabía si era por mí que algo se cerraba. Sólo sentí que otra vez la separación atenaceaba mi garganta y dije dos palabras: "estoy abrumada". No bien lo dije supe que él separaría las letras y efectivamente así lo hizo mientras yo cerraba los ojos sólo para escuchar: "¿Qué la a-bruma?" Era tan grande el peso que sentía de lo porvenir que no podía decirle algún objeto a en particular, era la vida misma, todo estaba al envés de cómo yo lo deseaba, si tan sólo algo me inyectase libido a lo exhausta que estaba.
Él prosiguió:" mmm la vida, el velo no se ha levantado ..".y suavemente como pocas veces lo he escuchado agregó:... "aún".
"No, afirmé, aún no. Y ahora se abre un espacio de tiempo, nunca sé cuando podré volver. Eso me angustia. "
Dejó la sesión allí y con todo su cuerpo me obstaculizó la salida. Me preguntó directamente y mirándome a los ojos : -¿Cuando vuelve?- lo
primero que se me ocurrió fue decirle que ahora no porque ya era fin de año , él insistió en la pregunta :" -¿Cuando vuelve?"-Eran segundos y mi mente volaba rápido tratando de establecer una fecha considerando mis actividades, mi vida, mi cotidianeidad: Mayo.
-"La primera quincena no porque estoy de vacaciones"- -La segunda, entonces-. –Bon-. Y estúpidamente agregué:" espero que no haya eventos así no hay extranjeros". Como se pueden decir esas cosas, me horrorizaba de mi misma. Yo soy extranjera allí.
Él agregó: -siempre hay eventos- y, tomándome del brazo, me dijo: -a partir de la próxima sus honorarios cambian. Ahí se me fue la bruma. Lo miré con los ojos bien abiertos y pensando qué he hecho para que me aumente así la sesión?. La respuesta llegó como una luz, le acababa de decir algo así como: "considéreme una francesa" . "Pague como tal" había contestado él.
No dije nada, sólo quería salir y que él me abriese el paso, se corrió de la puerta que atravesé tan rápido como me fue posible. Estaba llegando al perchero mientras insultaba por lo bajo cuando escucho que me dice "¡Bon voyage!".
Me di vuelta y lo miré. Allí estaba, parado mirándome con el puro en la boca, sus anteojos, firme sin darme la espalda como otras veces, derecho aún a sabiendas de su dificultad en su espalda.
Algo crujió dentro de mí, mientras enroscaba la bufanda a mi cuello y tomaba mi sacón. Me volví, había trabajado conmigo toda la semana, en él quedaban todas mis quejas, los momentos de mi vida, saber qué haría de aquí en más. Con paso decidido me acerqué, le di dos besos estilo francés,
y también en francés me despedí de él con agradecimiento. Media vuelta y salí corriendo.
*
Afuera me esperaban los copos de nieve que habían arreciado desde mi entrada. Caminé lo más rápido que pude hasta mi hotel. Estaba un poco lejos de su consultorio.
Pronto sería la hora de cenar , mi hotel estaba en una calle llena de creperías, elegiría la que más me gustaba una muy pequeña donde todos nos amontonábamos como podíamos y tomaría esa sidra riquísima que sirven en unos tazones increíbles. Uno se siente transportado a otra dimensión. Ahí una breve iluminación se me produjo en la bruma, la sexta sesión, el sexto paradigma del goce

dice: no hay relación sexual.
Desde ese momento y hasta la salida del vuelo, un espacio, un vacío se abría y ya sabía que no habría forma de llenarlo.
Después, sólo era esperar al domingo para retornar.1

Rosa Edith Yurevich

1 - Si bien esto sucedió a fines de noviembre del 2010, sólo me ha sido posible escribirlo ahora en abril del 2011

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