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2024

Adrián Scheinkestel

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Partir de otro destino

La propuesta de estas notas, es realizar un breve recorrido de la ubicación del fracaso en la obra freudiana y la enseñanza de Lacan, a la luz de la orientación que nos propone Jacques-Alain Miller.
            El desplazamiento del que es objeto el fracaso, configura al goce y al amor en coordenadas novedosas.
            Hace su aparición freudiana más notable en 1916, como uno de los tres tipos de carácter descubiertos en la labor analítica: “los que fracasan al triunfar”.
            Allí Freud con dos ejemplos tomados de la literatura, destaca la determinación simbólica de este destino que se repite: cuando el sujeto está por obtener una satisfacción, un éxito largamente buscado, esperado, sobreviene algo que arruina, opaca, ese logro. Es el éxito en el fracaso.
            La espera deviene frustración y desesperanza.
            Freud hace la demostración valiéndose de las coordenadas simbólicas, edípicas, de que este fracaso estaba escrito; es parte de un programa de goce.
            Podríamos ubicar aquí la fórmula: el fracaso programado es el síntoma.
            Estas reflexiones pertenecen a la última etapa de la plena eficacia de la interpretación, en el umbral de la aparición de las dificultades mayores de la práctica analítica, aquellas que desembocaron en la conceptualización del Más allá del Principio de Placer y de la Pulsión de Muerte.
            Es en Lacan, siguiendo la orientación del curso de 2007-2008 de Jacques-Alain Miller, a la altura del Seminario 11, que vemos

desplazarse la determinación simbólica, la legalidad inconsciente del síntoma y de sus otras formaciones, su encadenamiento, su continuidad, hacia la cuestión de la causa, concepto que introduce la discontinuidad, el tropiezo, la falla, el traspié, la fisura; todos nombres del agujero, nombre de aquello que se interpone entre la causa y sus efectos.
            Esto, no es sin cierto pasaje hacia la indeterminación del sujeto del inconsciente.
            Finalmente en Lacan, en el último tramo de su enseñanza, es el concepto de contingencia, el que adquirirá cada vez mayor relieve, mientras que lo necesario sustituirá el concepto de determinación.
Es en relación a estos recorridos que el término fracaso adquirirá otro valor.
            El fracaso ocupa el título mismo en una de las traducciones posibles, de uno de los últimos seminarios de Lacan, el XXIV: L’insu que sait de l’une – bevue s’aile à mourre.
            El fracaso del inconsciente, el fracaso – goce del pensamiento, su debilidad, se sitúa en relación al surgimiento contingente del amor; del amor que en última instancia es amor al síntoma. Amor a eso que resta de un análisis y que no es un fracaso; “aquello que constituye el valor de ustedes, por poco que sepan darle forma de obra” (curso del 1/12/04 – Piezas Sueltas – Jacques-Alain Miller).
            Mas acá de eso, cuando el síntoma del que se sirve el neurótico para vivir se ha vuelto menos inconfortable, permite al analista consentir a esa satisfacción obtenida de “ese fracaso que se llama la alegría de vivir” (idem).
            Entonces, el fracaso queda ubicado por fuera de lo que ya estaba escrito y da cuenta de la respuesta singular con que cada quien ha

producido respecto de su goce, por fuera de la repetición, del Ideal.
            En la conferencia llamada “ Una fantasía” ( Revista Lacaniana nº 3 ), J-A Miller, ubica a la civilización hipermoderna, organizada alrededor  del  “Eso marcha” de todas maneras. Esta civilización tiene por cenit, al objeto de satisfacción, al objeto de consumo, el objeto a, en lugar del Ideal, que daba cierta orientación al sujeto.
Frente al “Eso marcha”, ubica el “Eso fracasa” del psicoanálisis, más allá de sus éxitos terapéuticos.
Ese “Eso fracasa”, es índice de la no relación sexual. De su fuera del programa.
             Una joven mujer, relata en una sesión de análisis, la siguiente secuencia, que le produce un gran enojo: ha decidido decirle a su madre, que se quedará a dormir en la casa de su novio esa noche.
              La madre, bastante sorprendida, ya que hasta ese momento, su hija se ocupaba de ocultárselo, le responde: “De acuerdo, pero que no se haga costumbre!”.
              Esta frase, que tiene la apariencia de censura por parte de la madre, en realidad es una expresión de deseos por parte del sujeto: que esa novedad amorosa, no pase a la trituradora de lo acostumbrado, de lo esperado, que es más bien la versión que esta analizante tiene de la relación desapasionada de sus padres.Crear las condiciones de posibilidad, para la producción de lo inesperado: he aquí uno de los desafíos mayores para la dirección de la cura.
            Es así, que Samuel Beckett ha ubicado al ser del artista como alguien que fracasa como nadie osó fracasar, y nos lanza su: “Intenta de nuevo, fracasa de nuevo, fracasa mejor”.

Adrián Scheinkestel

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