Leonardo Gorostiza
Puede escribir sus comentarios a1)Oscuridad
Intento recordar. Hago esfuerzos intentando recordar. Pero las imágenes me vienen borrosas, como en penumbras. Tal vez porque fueron años de oscuridad. Una sombra espesa se proyectaba sobre la Argentina.
Joven médico, recién egresado, y ávido de formación, me encontraba – como tantos otros – ante un paisaje desolador. Los grupos de estudio que nos sirvieron de acercamiento a Freud en los años de estudiante se disolvían, sus coordinadores emigraban o desaparecían.
La Federación Argentina de Psiquiatras cuyo "Centro de Docencia e Investigación" había imaginado como un lugar posible y donde por primera vez – una vez - había oído hablar de Lacan, también desaparecía.1
El servicio hospitalario al que luego habría de ingresar y donde iniciaría mi práctica clínica y mi primer contacto con la locura - "el Lanús"- , en aquellos días, se desmembraba.
Era 1976. Y me llegaba un Lacan en forma indirecta vía la lectura de Althusser, del libro sobre las psicosis de De Waelhens, o de la tesis de Anika Rifflet – Lemaire.
2) La luz de un vacío
Los recuerdos son ahora algo mas claros. Veo una gran biblioteca atestada de libros en un lugar débilmente iluminado por un tubo fluorescente. Alguien se acerca. Percibo solamente una silueta...
Felizmente hubo un buen encuentro. El encuentro con quien fue mi primer control. Mi encuentro con el entonces finamente freudiano y luego, cada vez más lacaniano, Luis Erneta. El supo decepcionar mi demanda de saber técnico de la "buena manera", y también supo transmitirme – esto lo entendí años más tarde – la marca que para él fue Caracas del 80.
Hasta ese momento, y descartada la posibilidad de ingreso a la APA, encontré una transacción: había iniciado el estudio sistemático de Freud y de los postfreudianos en la Escuela de Psicoterapia para Graduados.2 Más tarde reconocería en ellos – en los postfreudianos - a los interlocutores constantes de Lacan en sus Escritos.
En aquella Escuela, en aquel entonces, Lacan era ocasionalmente mencionado; pero era más su vacío lo que ya se dejaba oír.
Luego leería en Lacan: "No me importa. El vacío que hacen resonar, se me cite o no se me cite, hace escuchar allí otra voz".3
3) Marcas de un Encuentro
Ahora la silueta da lugar a una presencia. Es un anciano, con abundante cabellera a pesar de su edad. Una sonrisa amplia y afable se dibuja en su rostro. Se acerca...
Llegó entonces el momento de estudiar a Lacan. De manera directa, sin mediaciones. No evitar más el encuentro directo con sus escritos. El encuentro siempre traumático, perplejizante, con sus escritos.
Y como no podía hacerlo solo, recurrí a otro. Y fue también, otro buen encuentro. En aquel primer grupo de estudio, Juan Carlos Indart también nos transmitía, a través de su lectura rigurosa del texto, su entusiasmo por lo que fue Caracas.
Y, sobre todo, nos transmitía que había otro Lacan4: un Lacan que no se agotaba en un ejercicio retórico ni en una mera especulación filosófica, sino un Lacan clínico5; un Lacan de enormes consecuencias clínicas. Esto era muy importante para el joven médico que aún era.
Sin embargo, junto a esto, no dejábamos de leer la advertencia de Lacan sobre el secreto de la emboscada oculta en la demanda del enfermo: "Ëchate encima – nos dicen - este mal que pesa sobre mis hombros; pero tal como te veo, ahí, sentado, reposado y confortable, no puedes ser digno de llevarlo"6.
El médico comenzaba a ceder su lugar al practicante del psicoanálisis.
4)Impacto
Las imágenes son cada vez más nítidas. Sin perder su sonrisa afable el anciano se me acerca y, con una mirada inquieta y curiosa que alcanzo a percibir más allá de sus anteojos, me pregunta: "Joven, ¿qué quiere?.."
No conocí personalmente a Lacan. No estuve en Caracas en el 80.
Pero – como muchos hoy aquí presentes – sí estuve en el "Reencuentro del psicoanálisis en Buenos Aires". Fue en septiembre del 81. Fue cuando Jacques – Alain Miller tomó la palabra por primera vez en Buenos Aires y fue, también, la primera vez que lo hizo luego de la muerte de Jacques Lacan. Aún recuerdo su emoción.
Fue, para mí, un impacto. Una nueva comunidad analítica comenzaba a gestarse. Y si bien no alcanzaba a percibirlo aún con claridad, tiempo después pude entender que, sin saberlo, había tomado allí una decisión. Fue cuando entendí que la enseñanza de Lacan - atravesada de punta a punta por una preocupación ética - impide que podamos remitirnos sólo a una acción pura de la estructura. Se trata siempre, y en última instancia de una elección. El mismo lo dice en una frase que no deja de asombrarme cada vez que la leo: se trata – siempre - de una "insondable decisión del ser".7
5) El lazo
"¡Joven, ¿qué quiere?!", repite el anciano alzando la voz ante mi ausencia de respuesta. Me veo vacilar...Parezco algo turbado por su pregunta...Entonces, balbuceo: "Eh...este.... los Escritos de Lacan". Sonriendo, y mirándome con cierta indulgencia, me dice: "Bueno... Si Ud. quiere..."
Luego de buscar entre los ejemplares que se apilan en aquella vieja librería de la calle Corrientes, me pone los dos tomos de los Escritos entre las manos y, como sugiriéndome que los hojee un poco antes de comprarlos, me dice: "Mire que son muy complicados..."
Abro uno de los tomos. Encuentro un título atractivo como promesa de un saber hacer en la práctica: "La dirección de la cura y los principios de su poder". Me detengo azarosamente en un párrafo. Pero ahora, la imagen – nuevamente - se vuelve muy borrosa.
En los años que siguieron a 1981 el movimiento se fue acelerando. Se me hacía cada vez mas necesario compartir con otros las discusiones clínicas, el estudio de los textos. La modalidad "grupo de estudio" estaba, para mí, llegando a su fin.
6)Responsabilidad
Hago un esfuerzo más por recordar. La imagen vuelve. Las letras se hacen nítidas. Allí leo: "Intérprete de lo que me es presentado en afirmaciones o en actos, decido sobre mi oráculo y lo articulo a mi capricho, único amo en mi barco después de Dios, y, por supuesto, lejos de poder medir todo el efecto de mis palabras..." Me veo algo perplejo. Aunque no llego a comprender del todo lo que Lacan allí dice, me siento tocado por lo que acabo de leer. Ahora sí, la imagen se ilumina y puedo reconocer a los dos viejos tomos de los Escritos que me acompañan desde 1980.
La posición del analista se encuentra suspendida de una hiancia en el saber, está determinada por algo que escapa, y tanto su práctica, como su posición subjetiva y los impasses del lazo entre analistas dependen de ella. Esto nos decía Jacques – Alain Miller pocos días antes de la fundación de la EOL.9Conviene recordarlo. Siempre estamos ante el riesgo de olvidarlo.
Y por eso, es imprescindible una puesta en cuestión permanente de nuestra posición y de nuestro lazo. Una puesta en cuestión que se deduce de la soledad del acto analítico: a máxima libertad, máxima responsabilidad.
"De nuestra posición de sujetos somos siempre responsables ", y en esto "la posición del psicoanalista no deja escapatoria"10, dice Lacan en "La ciencia y la verdad".
Ocurre que la experiencia analítica puede, a veces, liberarnos
demasiado de la culpa. Porque hay algo en ella que permite funcionar sabiendo "apretar los botones" adecuados. Pero cuando no hay standard, cuando hay que decidir cada vez, la responsabilidad es máxima.
"Lo que el analista debe saber – dijo Lacan concentrando en una sola fórmula la indicación freudiana – es ignorar lo que sabe".11 Pero también dijo es que lo que el analista no debe ignorar es que al autorizar la experiencia analítica él finge olvidar que no hay, en ningún lado, sujeto supuesto saber.12
Y no olvidar que fingimos olvidar es recordar esa hiancia sobre la que el acto analítico se estructura.
7) Sin retorno
Años más tarde quise volver a la vieja librería. Ya no estaba. Por supuesto, tampoco el anciano de mirada inquieta. Llegué incluso a pensar si no había sido solamente un sueño. Sin embargo, me quedó de aquello algo muy real: los dos tomos de los Escritos, ahora destartalados, llenos de subrayados y notas agregadas a través de todos estos años.
Cada vez que los vuelvo a recorrer - cuando preparo un seminario o, como hoy, una exposición -, me encuentro con Lacan. Me encuentro con la generosidad de Lacan. Me encuentro con el extraordinario esfuerzo de quien trabajó enseñando hasta el final de sus días como si tuviera que hacerse perdonar – como una vez dijo Jacques – Alain Miller – el habernos abierto las puertas del psicoanálisis.
Buenos Aires, 13 y 14 de abril de 2001.