Patricio Alvarez
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Se nos propuso hablar de una definición de lo real que nos concierna. Como me ha tocado en gracia dirigir el próximo ENAPOL, estoy tan concernido por él que a cada diez minutos recibo un e-mail o un llamado que me lo recuerda. Por eso, partiendo de su título "Hablar con el cuerpo", me propongo tematizar lo real en su aspecto de real pulsional, eligiendo esta cita de Lacan: "Lo real, diré, es el misterio del cuerpo que habla, es el misterio del inconsciente". 2
En Lacan hay al menos tres teorías sobre el cuerpo, cada una con su propia clínica.
Las normas del Ideal del yo construyen el cuerpo especular. En la base está la norma principal que la regula: el Nombre del padre. Lacan construye toda su clínica de las estructuras a partir de esa relación entre simbólico e imaginario. Pero de esa clínica estructural puede desprenderse también una clínica del cuerpo; así, el cuerpo fragmentado esquizofrénico se opone a la multiplicación de las imágenes del semejante en la paranoia, donde Schreber percibía a las cuarenta o sesenta almas de Flechsig. La disolución imaginaria de la histeria, en la que un cuerpo tiene la movilidad de las metáforas y metonimias, se opone a la fortificación yoica del obsesivo, que infla su narcisismo y hace perder al semejante en sus laberintos.
Es también una clínica donde la norma fálica organiza al cuerpo, donde la fobia arma el mapa del cuerpo amenazado por la castración, y se opone a la perversión, donde el cuerpo que se trasviste o que agrega al
otro la decoración de un zapatito, son modos de producir el falo imaginario y así desmentir la amenaza.
Una vez construido el gran edificio de las estructuras clínicas, hace su entrada lo real, que agita la armonía de las normas simbólico-imaginarias, y el edificio se habita con el objeto a.
Este segundo cuerpo no es tan simple. Consiste en un cuerpo topológico, en el que hay un agujero central provisto de un borde, la zona erógena freudiana, y alrededor de ese borde se construye la superficie del cuerpo, en la que tendrá lugar la identificación especular. A esto se añade otra operación simbólica, la castración, que simboliza el agujero como falta y le da una unidad al cuerpo.
Con el objeto a se construye una segunda clínica del cuerpo, que se vuelve más sutil: pequeños detalles marcan el erotismo de los cuerpos, orientan la elección amorosa, determinan las pasiones. La neurosis pone en juego la relación entre el cuerpo y la angustia. La psicosis demuestra la relación entre el objeto y la imagen; así, el paranoico irá a golpear en el semejante al kakon, ese mal que localiza en el Otro. El autista, que no dispone del agujero real, tendrá la máxima dificultad para construir un borde y con él un cuerpo. El esquizofrénico dispone del agujero y sus bordes, pero no logra armar con sus órganos una unidad corporal.
El sádico grita triunfal: "he tenido la piel del imbécil", al obtener el reverso de goce del cuerpo de la víctima. El voyeur intentará ver por el ojo de la cerradura lo que está más allá de la escena, y el exhibicionista muestra lo que el velo del pudor oculta.
También puede ubicarse, en esta segunda clínica del cuerpo, lo que quedó por fuera de las estructuras: la violencia, cuyo exceso desborda las normas, el acting que pone en escena lo que el Otro no aloja. Los