Noemí Cinader
Puede escribir sus comentarios aA raíz de un control, en el mes de diciembre, de un caso que veía hace varios años decidí retomar este tema para hablar de él en este espacio. Si bien el caso había sido controlado en varias ocasiones, en esta oportunidad el estado de angustia en el que la paciente se hallaba, angustia que lindaba con la muerte, - de ella – me llevó a controlarlo. El control tocó un punto subjetivo mío que no me había permitido detectar la causal de la situación subjetiva de esta paciente, punto este que, si bien lo tenía muy presente en cuanto a mi, en estas circunstancias había quedado olvidado, al menos no tomado en cuenta en mi dificultad para intervenir.
Retomar el tema del control me llevó a percatarme que siempre había sido un tema fundamental, aunque no se hubiese dedicado siempre a él un espacio tan importante. Hay, sin embargo, una serie de preguntas recurrentes en mi desde mis inicios en la Escuela. ¿Qué es un analista? ¿Cómo sé yo cuándo estoy en posición de analista? ¿Autorización de si mismo, vs. Autorización por el pase : un analista? Y el control no dejaba de estar allí merodeando estas preguntas, acompañado por mi propio análisis.
Ya Freud en 1918, en una Conferencia dictada en la ciudad de Budapest, ¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?, en ocasión del quinto congreso internacional de psicoanálisis, finaliza el segundo párrafo con la siguiente frase : En cuanto a su experiencia práctica, aparte de adquirirla a través de su propio análisis podrá lograrla mediante tratamientos efectuados bajo el CONTROL y la guía de los
psicoanalistas más reconocidos1. Dice: podrá lograrla. La regulación vino en la década de los 30 y ya a cargo de las asociaciones.
Lacan, en el acta de fundación, rompe con los estándares afirmados en la práctica didáctica2lo que significa que también rompe con los estándares que regulaban el control o supervisión en la IPA. No obstante introduce el control, pero cuya responsabilidad ofrecimiento viene del lado de la Escuela, ahora fundada por él, cuando dice Desde el comienzo y en todo caso un control calificado le será asegurado en ese marco al practicante en formación en nuestra Escuela,3cuando se refiere al psicoanálisis puro, y donde el control es una de las tres subsecciones.
Lo importante a destacar en este punto es que no hay una reglamentación, ni una obligación, pero si una responsabilidad colocada de entrada en la Escuela. Esta lo ofrece, pero como lo señala E. Laurent: Lacan hace bascular la prudencia institucional desde el deber ético. Es desde el interior mismo del discurso analítico que proviene el deseo de pedir un control, en un punto donde deber y deseo se anudan.4 Es uno de los aspectos que justamente están acorde con la idea de lo que es Escuela.
Es un punto tan importante el del control, que forma parte de la Fundación de la EFP, y que luego es retomado por la Escuela Una, en el tema de la Formación del Analista por el Comité de Acción preparatorio para el II Congreso de la AMP en Bruselas, 2002, y nuevamente retomado en el IX Congreso. Y es retomado nuevamente por los cambios que a la luz de la Ultimísima Enseñanza de Lacan compromete al analista en su formación con nuevos retos y por lo tanto con
En las Conclusiones de PIPOL V, cuando Miller introduce el tema para PIPOL VI, Hablar con el cuerpo,señala lo siguiente:
Cada uno tiene su vena de loco y lo hemos testimoniado al ubicar esa vena de locura en nuestra práctica, y no en nuestro paciente sino en nosotros, analistas, terapeutas. Es como una lección que nos hemos dado a nosotros mismos. Una lección que estaría bien no olvidar en lo sucesivo : en psicoanálisis, el caso clínico no existe, no más que la salud mental. Exponer un caso clínico como si fuera el de un paciente es una ficción; es el resultado de una objetividad que es fingida porque estamos implicados aunque más no sea por los efectos de la transferencia.5
Estos efectos de transferencia y nuestra propia presencia hace que nos hallemos dentro de lo que él llamó el cuadro clínico, por más que intentamos minimizar, comprimir nuestra presencia, esmerilar sus particularidades, alcanzar el universal del deseo del analista. Añade que el control, la práctica de lo que se llama supervisión, sirve justamente para esto : para lavar las escorias remanentes que interfieren en la cura. Lavar, para retomar el significante que utiliza Miller, lo que de imaginario, lo que del fantasma, lo que de la pulsión, por nombrar algunos, empaña nuestra apreciación del caso, pues como dijo Graciela Brodsky en el Congreso, no analizamos sin el sinthome.
Pienso que uno de los aspectos a los que Miller apunta allí es a lo que nos singulariza, a saber nuestro modo de gozar, lo pulsional, y sólo si
Pero también Miller plantea allí, que cuando controlamos un caso, cuando hablamos de un caso, nos exponemos, con nuestro fantasma, angustias, como sujetos divididos. Y ya no se trata del caso, sino de la palabra, la palabra del analista, acerca del caso. Es equivalente a lo que Freud afirma en La interpretación de los sueños en cuanto al sueño : ya el sueño no está, lo que hay es lo que el analizante relata, pone en palabras acerca de ese sueño, pero este ya pasó.
Señalaba al principio que desde Lacan la Escuela ofrece el control. En cuanto a la Escuela y la formación que allí se obtiene, podemos decir con Lacan que no es didáctica. ¿Qué significa esto? Esto significa que no puede ser asegurada, garantizada por ningún programa. Pero, más allá de la garantía, la Escuela si está determinada por una política. Política inmediatamente nos reconduce a la ética. Entonces es la ética lo que va a determinar la formación del analista. Y es una política que determina la formación hacia lo real, que va en contra de la masificación, de la universalización, y que está orientada por lo tanto a formar para un estilo de vida, el cual está determinado por lo real y por un estilo singular marcado por el sinthome.
Paulo Siqueira propone como uno de los principios del control y de su
Ya en el Acto de fundación y de allí en adelante, Lacan se preocupa por los efectos de un análisis cuando estos llevan a que alguien se instale como practicante. Para esto, basta declararse, o autorizarse. Si bien la Escuela no garantiza al AP (como si al AME y al AE) si provee, en tanto Escuela, la estructura que garantiza que un analista se forme. Como he venido repitiendo, el control es parte de su formación.
Es sólo la formación lo que garantiza desde la Escuela a un analista, por vía del pase. No obstante este dispositivo no da fin a la práctica del control, como lo señala Estela Solano en una entrevista, como podemos leerlo en la contribución de Laure Naveau6 Papers N° 1, 2016.
Jacques-Alain Miller, en el año 2000 se preguntaba si, así como hay un trayecto del analizante, escandido por momentos de lo que él llama el ultrapase, si el trayecto del AP no podría también estar marcado por momentos cruciales. Es importante resaltar aquí que el control mantiene despierto al practicante, pues el acto analítico no se enseña, se controla.
Esto podría significar que el AP pasa por varios momentos de formación y Gil Caroz destacó, dependiendo estos momentos, varias funciones del Control, en una intervención que realizara en el marco de la Comisión de la Garantía, en enero 2013, en la ECF.
1.- El control puede ser demandado por un joven practicante que aún no se analiza. Podría en este caso introducir el inconsciente y de allí producir una demanda de análisis. Podría surgir cuando en sus dichos aparece un decir o enunciación, una dimensión inconsciente, un núcleo de división por el no saber.
2.- El control puede servir para la construcción del caso y para un saber hacer con él. Si olvidamos la vieja consigna freudiana, cada caso se toma como uno nuevo, sin saber acumulado, el practicante puede llenarse de angustia por no saber acerca del caso, o no saber hacer con el caso. De allí el control uno por uno.
3.- El control y el propio análisis están en íntima relación, y el impasse en el control puede coincidir con un impasse en el propio análisis.
4.- El control puede ajustarse al punto de no saber y de lo incurable de un practicante analizado. Si bien el análisis puede tener un fin, el control y la formación, no.7
Vemos entonces, tomando en cuenta los primeros tres puntos, también la estrecha relación entre el control y el análisis. En el control se apunta a la relación del sujeto respecto al acto, más que al acto mismo.
Serge Cottet8 al comentar la relación entre control o supervisión y la experiencia psicoanalítica afirma que se trata de una “autonomía de la supervisión” Es un trabajo que entra en el marco de las intervenciones que hicieran psicoanalistas invitados, en el Congreso de 2002, bajo el título : La confidencia de los supervisores. Con la autonomía de la
Ram Mandil9 le confiere, a partir de su experiencia, a la relación control – análisis una dimensión moebiana en la medida en que el controlante o controlando debe encontrar el camino por el cual se conecta la posición de exterioridad al relatar el caso se conecta con una interioridad o implicación podemos también decir, en la que está insertado en lo que relata. Para él la dialéctica entre control y análisis fueron fundamentales. Es decir que lo que hace impasse en el acto analítico, permite al practicante un trabajo en su análisis, a partir de esto encontrado.
Lo que me parece sumamente interesante, y que tengo entendido fue subrayado durante el Congreso en Paris, es que el haber hecho el pase y la nominación de AE, en ciertos casos, no exime al analista, de llevar a control, para verificar una y otra vez su posición de analista, su deseo de analista, y por supuesto que no exime al analista de lo real. Puede ser el horror al acto, tal y como escribe Lacan, en una carta que envía al diario Le Monde, en la que introduce la lección 2 del Seminario 27 Disolución, para su publicación (El Otro no existe)afirma : Sí, el psicoanalista tiene
El próximo aspecto que me interrogó, a partir de la lectura de un texto de Éric Laurent11, El buen uso de la supervisión tiene que ver con que no hay un saber ser controlador o supervisor. No hay tampoco una reglamentación ni una teoría acerca del lugar del controlador o supervisor. Hay ciertos puntos que son obvios : el diagnóstico, dificultad en la persecución de la dirección de la cura, impasses, el analista como sujeto y los efectos que esto tiene en la cura, entre otros.
Por una parte, el controlador no debe identificarse a una suposición de saber controlar. ¿Cómo se logra esto? Lacan, en 1975 se pregunta del por qué se ha llamado al control supervisión, cuando esto es una super-audición. Dice que es asombroso que se pueda, al escuchar lo que el practicante le dice al “supervisor/controlador” , este puede tener una representación de aquel que está en análisis… Esto lo lleva a reconocer que hay un real en juego en la experiencia del control.
Cuando en el control, el controlador puede hacerse de una representación del caso, no es porque sabe, porque tiene saber, sino porque tiene con su propio inconsciente, vale decir con su propio análisis una relación tal, que le haya permitido ir tan lejos como para ocupar para su controlante el lugar del deseo. Esto exigirá que el controlador pueda “borrarse” del saber que se le supone para permitir en el controlante una rectificación subjetiva que ponga en su justo lugar el deseo del analista. Nuevamente nos encontramos que análisis y control no están divididos.
Si la transferencia está presente tanto en el análisis como en el control, de lo que se trata para el controlador es de lograr relanzar el acto , es decir el deseo que Lacan adelantó en La dirección de la cura al plantear cómo actuar con el propio ser.
Dejo para lo último algunas consideraciones concernientes al deseo del analista. Partiendo de lo que dijo Lacan en cuanto a que no hay Otro del Otro, y que luego en la Proposición plantea el Pase donde interroga al deseo más allá del análisis mismo. Quisiera intentar citar algunos planteamientos de diversos analistas, desde esta perspectiva.
En el Seminario XI, Lacan pregunta en el primer capítulo ¿Qué es el deseo del analista?12. Y en el último capítulo responde el deseo del analista no es un deseo puro. Es un deseo de obtener la diferencia absoluta.13Esa diferencia absoluta se refiere a la diferencia que interviene cuando el sujeto accede por primera vez a la posición de sujeción al significante primordial. (p. 248)
También señala Lacan que el deseo del analista surge de la experiencia misma del análisis.
Voy entonces a mencionar lo que en mis lecturas pude recoger de qué llegó a ser para algunos analistas el deseo del analista.
Hebe Tizio14, plantea el deseo del analista a partir de la definición de Miller Lo real en el Siglo XXI : Un deseo de alcanzar lo real, reducir al Otro a su real, y liberarlo de sentido. Lo real es singular, entoncesalcanzar lo singular de cada quien. Y hay, dice HT, dos operaciones, la de reducción y la de liberación. Para reducir a su real, hay que liberar de sentido, del sentido que hace pantalla, el sentido del fantasma. Hay otra dimensión del sentido que forma parte del anudamiento. De ese no se libera.
El deseo del analista implica autorizarse a hacer un forzamiento, que va más allá de la demanda, para desmontar la defensa y contrariar lo real. Y contrariar lo real implica agotar el borde de ficción para cernir lo real, y así saber hacer con él.
Sonia Chiriaco15, en Papers 10, 2014 cita a Lacan, en el último capítulo del Seminario VI, El deseo y su interpretación. Allí Lacan dice : ¿A fin de cuentas, a qué deseo se va a enfrentar el sujeto en su análisis si no es al deseo del analista? No define el deseo pero si da cuenta del acto por él causado : la mejor manera de interpretación analítica es el corte.
A partir de lo planteado por Lacan en el último capítulo del Seminario XI, el deseo de obtener la diferencia absoluta, Sonia Chiriaco entonces señala que esta diferencia absoluta nunca tomó tanto relieve como a partir del momento en que Miller introduce el Hay de lo Uno. Y retoma la invitación de Miller de releer al Lacan de 1964 a partir de lo real.Y remite al curso del 11 de mayo 2011, de El ser y el Uno, donde Miller señala : Hay de lo Uno en el Ultrapase ya no está marcado por el deseo del analista, sino por otra función que habrá que construir, inventar. Y si tiene algo de deseo, no puede estar referido al Otro. Porque lo que está concernido es el goce del Uno-todo-solo. Y dice, más allá del deseo, tenemos que vérnosla con la presión del sinthome.
Hebe Tizio, habló también de lo real, y sin embargo retomó el deseo del analista. Tal vez el deseo del analista no es el deseo del Seminario 6, ni el
Puedo seguir tomando otros trabajos que hablen de esta función. Pero a partir de mi pregunta, voy a finalizar con uno de Marie-Hélène Brousse.16
Ella1 plantea que para que el deseo del analista pueda funcionar, existe la necesidad constante de una des-subjetivación de la persona en ejercicio, de quien está en la posición del analista. Esto implica que al hablar del deseo del analista, es algo impreciso, inexacto, es el malentendido. No podemos escapar del malentendido.
Establece la diferencia entre deseo como analista de lo que ella describe y escribe como deseodelanalista escrito en una sola palabra y que se refiere a una función totalmente estructural que implica que “no hay” en este lugar. En lugar de definir, de decir lo que hay, más bien se trata del vacío. Es lo que le sucede con un caso, lo que la divide como sujeto, la implica entonces en tanto sujeto y no puede actuar. Esto le hace pregunta, y lo lleva a control, y esto abre el camino al deseodelanalista para funcionar. Relaciona este impasse con restos sintomáticos. Afirma que eldeseodelanalista puede funcionar de diversos modos, al caso por caso.
Ella describe en este trabajo un poco más lo que ella ha, digamos, “condensado” o colocado bajo este neologismo en cuanto a su escritura.
Plantea un punto que me parece fundamental, y es que permite diferentes momentos de pase, ante los impasses y que vincula nuevamente el control con pase inclusive después de haber sido AE en ejercicio durante tres años y esto es cónsono con lo planteado en el Congreso.
Finalizo, luego de este recorrido, confirmando y planteando ante mis colegas, la seria importancia del control sostenido para la formación del analista, y después del pase también, porque como he intentado hoy plantear ante Uds., no se trata del caso, se trata de nuestra posición como analistas, de nuestro acto analítico; eso es lo que está en juego en el control. Puedo, en mi recorrido atestiguar de la banda de moebius de la que habla Ram Mandil, de la estrecha conexión entre control y análisis, incluyendo por supuesto el saber epistémico que la formación requiere, y donde en realidad, viéndolo así, se trata de un nudo, un anudamiento de tres.
Noemí Cinader
AP
Miembro de la NEL Sede Caracas