Patricia Hidalgo
Le anuncié que era nuestra última cita, parpadeó rápido como cuando se enojaba y con su cortaplumas de siempre me dio cinco puntadas en el vientre. “Para que no me olvides nunca”, gritó desde la puerta al marcharse.
El tatuador diseñó una estrella con los cinco tajos y le agregó una cola dorada, quedó muy orgulloso de su trabajo. Lo llamé “ El Cometa del Ángel”, por el músico pálido que luego de un encuentro en la tocata, me ayudó a perder el miedo y sin sospecharlo, me dio un bebé transparente. Sus pies traslúcidos patean el polvo de estrellas de la cola, al mismo ritmo con que succiona cada vez que lo amamanto.