Laura Nicastro
La neurona, socrática y fatigada de antemano, llega a la sesión semanal. Se acuesta en el diván.
Neurona: Buenas tardes.
Terapeuta: Si a usted le parece...
Neurona: ¿Qué opina, doctor?
Terapeuta: ¿Sobre?
Neurona: Usted sabe.
Terapeuta: Dígame.
Neurona: Le estoy diciendo.
Terapeuta: Repita, por favor.
Neurona: ¿Usted-qué-opina, doctor?
Terapeuta: Ya le oí.
Neurona: Entonces, contésteme.
Terapeuta: Ya le contesté.
Neurona: A ver, pongámonos de acuerdo.
Terapeuta: ¿Sobre qué?
Neurona: Sobre lo que acaba de expresar.
Terapeuta: ¿Qué cosa?
Neurona: ¿No recuerda?
Terapeuta: ¿Qué?
Neurona: Y, lo que verbalizó, precisamente.
Terapeuta: ¿Qué dije?
Neurona: Empecemos de nuevo. Asocie libremente.
Terapeuta: ¿A qué se refiere?
Neurona: No sé.
Terapeuta: ¿Entonces?
Neurona: Diga lo que quiera.
Terapeuta: ¿Sobre qué?
Neurona: Usted sabrá.
Terapeuta: Saber ¿qué cosa?
Neurona: De eso se trata.
Terapeuta: No comprendo.
Neurona: No “debe” com-prender.
Terapeuta: ¿Qué me está preguntando?
Neurona: Lo que me acaba de decir.
Terapeuta: ¿Qué le dije?
Neurona: Eso.
Terapeuta: No entiendo el sentido.
Neurona: ¿Es que hay un sentido?
Terapeuta: ¿A cuál se refiere?
Neurona: Depende de usted.
Terapeuta: No lo encuentro.
Neurona: ¿Usted se evade?
Terapeuta: ¡Qué sé yo!
Neurona: ¿Lo ignora?
Terapeuta: No lo sé.
Neurona: Dejamos aquí. Terminamos por hoy.