En un momento de una reunión entre psicoanalistas por Zoom surgió el tema del anunciado recurso a la masturbación online a fin de combatir la depresión durante la pandemia. Duró poco la discusión; es que es cosa que dura poco. Después se pasó a otro tema, y otro tema y otro tema. ¿Asociaciones libres? ¿Hilos que tal vez me perdía? Es probable: van semanas de cuarentena y la atención flotante a veces se hunde o se dispersa; aunque también me quedé preguntándome si tal vez lo único que se proferían eran monólogos, que empezaban con la apariencia de una réplica pero que no eran más que para dejar bien paradas a posiciones con apariencia de discusión/conversación. Más o menos breves o extensos., que a veces exigían, con razón, poder terminar. Afortunadamente, en otras reuniones, con el recuerdo algo más amoroso de las participantes, me pareció que se producían ‘encuentros’. No es cosa fácil.
Si inquieta indagar en el tema de la masturbación, es como dice Lacan en La 3.: “…es cosa que vemos todos los días, gente que recordará siempre su primera masturbación, pues rompe la pantalla” (del cuerpo imaginario). La 1. Es inevitablemente disruptiva. En un órgano -sea cual fuese el género del portador- que da lugar en su manipulación, a un goce ‘fuera del cuerpo’. Los defensores de la totalidad e integridad querrán incluir esta rareza como parte del cuerpo. Por poco que lo consideren seriamente, a la larga no se sostiene. Es portador de un goce que Lacan ubicó con claridad, como ‘fuera del cuerpo’. No obstante, con el tiempo, o en el tiempo en que los del género masculino se referían al tema amigablemente, uno termina haciéndose amigo del ’amigo’; me refiero en estos casos al nombre genérico de aquellos que detentan ese apéndice algo caprichoso, bastante autónomo, un tanto enigmático en cuanto a su funcionamiento, que no ‘responde’ o sí lo hace, de un modo totalmente distinto a los demás órganos corporales. Algunas veces, para mitigar lo que solitariamente irrumpe e ‘idiotiza’ en tanto goce solitario, fálico, extraño; ‘el debut onanista’ se realiza entre amigos. En estos tiempos padecimos algo así en tanto ciertos correlatos brutales, tanto en el asesinato a patadas (¿iniciático?) de Fernando por esos rugbiers en Gesell, o la violación de una jovencita por parte de una pandilla de 5 amigos ‘por desahogo sexual’, según el fiscal Rivarola, a quien condenaría a su propio ‘desahogo sexual onanista’ con una muñeca de goma, unas 8-9 veces por día durante 4 años, ininterrumpidos e imprescriptibles.
Volviendo a cuestiones menos brutales, sabemos que la elaboración de fantasías ya va quedando reducida a la nada en el menú del material porno online. Y este párrafo está preanunciado y se remite en parte a algo que afirma Jaques-Alain Miller (El inconsciente y el cuerpo hablante) y que se constata en los consultorios si hemos de considerar la cuestión de género…: “el sexo débil, en cuanto a la pornografía, es el masculino”. Ni es necesaria su tejido con materiales de recuerdos, una figura que resultó atractiva en alguna circunstancia especial o en algún momento elegido. Está todo a mano con alguna pantalla, se muestra todo, y en el estilo del plus de goce mimetizado con algun/os de los participantes, donde la exhibición grosera de goce deja totalmente de lado desde el erotismo, con los misterios que conlleva pudor o incluso el voyeurismo más furtivo de espiar por el ojo de una cerradura. Sus consecuencias se ven en las relaciones sexuales cotidianas, brutales, miméticas, banales, sin encanto. Tal vez con la única inventiva artística de alguna destreza gimnástica o alguna actuación dramática memorable (a lo ‘Sally ‘con Harry).
Volvamos un poco al órgano: en algún momento se logra vislumbrar lo que es el ‘amigo’: un apéndice, con una sensibilidad especial, fuera del cuerpo, un acumulador y evacuador de tensiones. Recuerdo cómo esto me fue relatado hace años (era pre- Internet) por un joven paciente, solitario, masturbador compulsivo, sin que esto le trajera conflicto alguno (¿porqué habría de hacerlo?); hasta que un día, me sorprendió comentando con determinación que ‘había decidido dejar de masturbarse al percatarse que la chica de la revista, mientras él lo hacía,
ella no sentía absolutamente nada por él’ (dicho así, textual, con esa ambigüedad)
Entramos en el área de los sentimientos más que el de los sentidos; en algunas relaciones sexuales, que dejaremos para una segunda parte de este trabajo.
El porno en videos, las invitaciones a tener sexo on-line – pululan en los SPAM de estos días. Creo que igualan a las herencias millonarias de una tía desconocida en Guinea o al Sr. adinerado y moribundo de Guyana, quien no sabiendo que hacer con su fortuna, decidió donarla al 1. Idiota que cayera. La invitación a ‘tener sexo online’ la considero con cortés distancia y con respeto: de algo hay que trabajar, y, puedo entender que, algún solitario o solitaria, quieran aportar su mano solidaria, o solitaria y aceptar o tolerar su valor de cambio. Un momentáneo win-win que, cuando termina, suele hundir en la desolación y en la falta de deseo.
Si algo enseña, ilustra, con desparpajo insólito, esta proliferación de sexo online es una de las frases de Lacan que más se repite y que no suele (o solía) entenderse en toda su extensión y consecuencias: “La Relación Sexual no existe”. Recuerdo una utilización de la misma que, en su momento, me resultó graciosa: es de la autoría de otro paciente, onanista un tanto perturbado, además aprendiz de recitador de máximas lacanianas, quien interrogado acerca de lo que vislumbraba como una inhibición y consiguiente falta de relaciones sexuales con la mujer con la que convivía, respondió con cierta soberbia que apenas ocultaba su ofuscada turbación: “¡¿Pero, acaso Lacan no dice que “la relación sexual no existe?!”
Prefiero la frase a la de Carlos Perciavalle, en su época de humorista, quien cuando interrogado (por sí mismo) sobre si prefería coger o masturbarse optó, después de pensarlo mucho, por la 1. Opción…” coger… ¿por qué?... porque conocés gente…”
Esta humorada me da pie para seguir con otra parte.
P.S. quien quiera o no pueda hacer otra cosa que darse por satisfecho con el sexo virtual y su correlato masturbatorio, le recordamos la advertencia proferida en algún medio que, en aras de prevenir otros problemas que pudieran generarse durante una cuarentena y su abstinencia, decía: “ Y no se olviden de limpiar el teclado!” y una posterior aclaración aún más tranquilizadora en estos tiempos de desasosiego: “el coronavirus no se contagia por el semen, así que no es necesario utilizar lavandina o alcohol para su limpieza”. Salud y bienestar físico, desahogo sexual, computadora limpia… ¿Que más se puede pedir? Más.
Tomás M. Hoffmann