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2024

Osvaldo Delgado

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De lo simbólico a lo imaginario
LOS "CARTONEROS", DESDE UNA PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA

El capitalismo tardío en el cual intentamos vivir, en este punto, se presenta con un doble efecto:

  1. La aceleración de la caducidad de los objetos.
  2. La multiplicación de millones de seres desechables.

Sabemos que el mercado capitalista, requiere de la aceleración de los tiempos del circuito operativo para incrementar sus ganancias.
Los objetos de este mundo técnico, pasan a ser caducos inmediatamente de ser producidos y de crear la demanda para consumirlos.
Lo vertiginoso de la articulación inversión –producción – mercado, se ha acelerado como nunca antes.
A su vez, la oferta que crea demandas respecto a objetos cada vez más efímeros, ha dado lugar a un circuito de inversión de dinero sobre dinero, sin ningún sostén en genuinas tasas de producción.
Los gobiernos de los grandes países centrales de Occidente, han pasado a ser los “Socorristas” de los grandes bancos al borde de la quiebra, por los grandes negocios especulativos donde obtuvieron ganancias sin límites.
Debemos aquí dejar en claro, que estos gobiernos, no socorren a sus millones de desocupados, hipotecados, desclasados sumidos en la desesperación, y ahora por fin en la indignación.
En nuestro país hemos tenido un anticipo de lo que sucede en el llamado mundo desarrollado, durante los años 2001 y 2002. También fruto del carnaval especulativo de la década de los 90.

Una de las expresiones más fuertes, y lamentablemente aún existentes de la cuestión de la “basura y los desechables”, son los denominados “cartoneros”. Todos los días, al caer la tarde, las grandes ciudades de nuestro país se ven ocupadas por hombres, mujeres y niños “trabajando la basura”.
Desechados tratando de obtener algo, aunque sea mínimo de lo desechado.
Hay desechos y desechos, basuras  y basuras, en cada barrio, en cada sector social la basura cambia.
De cada plasma nuevo, que ocupa el lugar del que fue adquirido el año anterior, resta un cartón. Basura que pasa a tener valor de cambio en el “mercado cartonero”.
Es cierto que en nuestro país se ha producido un importante cambio, respecto de las tasas de desocupación, y que la asignación universal por hijo, permitió la reescolarización de millones de niños y adolescentes.
Los miles de cartoneros fueron producto de la devastación de la industria nacional, donde se perdieron millones de puestos de trabajo, y de los niños y adolescentes que no podían ingresar al mercado de trabajo.
Se los produjo como basura.
Desde una perspectiva psicoanalítica podemos decir que el capitalismo tardío, así como hace estallar los términos de la solidaridad social, degrada lo simbólico a lo imaginario, propicia el reinado de la mercancía, produce la caída de los ideales, llama al imperativo de goce sin límites, produce las figuras del cínico y el canalla, busca reemplazar las ideologías por una supuesta aptitud de gestión aséptica, que en verdad es absolutamente ideológica, produce el efecto de la imposibilidad  de historización y de aptitud reflexiva, ante lo vertiginoso de la información y de la imagen coagulada, que inhibe las posibilidades asociativas.

La política se vuelve mercancía, simulacro, sin debate, ni argumentos.
Caen los velos, todo se da a ver produciendo un efecto de sugestión adormecedora.

La anestesia informativa del “Panóptico mundial”, logra que veamos con el mismo desapasionamiento una película de guerra, que una guerra verdadera en vivo y en directo.
Caen todos los velos, sin pudor y sin vergüenza, el presidente de la mayor potencia mundial puede decir que un grupo de elite entró sin autorización a un país extranjero y asesinó al llamado enemigo.
No dijo siquiera como un banal velo: se lo ajustició. Directamente se lo asesinó. Se desechó la basura Bin Laden.
En todos los televisores del mundo se pudo ver también como se asesinó al dictador libio. Otra basura desechada.
¿Dónde y cómo poner un límite, un no, a ese goce oscuro que produce objetos y seres humanos como total y absolutamente caducos, por una voluntad sin límite, una voluntad de goce que se alimenta precisamente de una producción de desechos?.
A los más pobres, se les deja además de la carencia y la privación de objetos reales, imaginarios y simbólicos; el exceso de violencia y de drogas.
A los sectores medios de la sociedad, no se les reconoce la aptitud de ciudadanos, sino de meros consumidores de objetos cada vez más inútiles, caducos.
La falta estructural del sujeto es metamorfoseada como falla imaginaria que el mercado podría colmar.
A las clases más altas, el enriquecimiento vertiginoso y una banalización, que excluye todo criterio ético.

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