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2024

Mirta Vazquez

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Escrito en el cuerpo

1. A modo de introducción
El siguiente trabajo intenta dar cuenta de una frase hecha: los argentinos estamos en la "búsqueda de la identidad". Desde la que preconiza el sintagma "el ser nacional" pasando por la sentencia sanmartiniana: "Serás lo que deba ser o sino no serás nada" se nos confronta con lo que nos falta para llegar a ser: La identidad.
Entiendo que se trata de encontrar una modalidad propia, una característica que nos defina como conjunto tanto en el modo de dirimir los problemas cotidianos como en la forma de encarar el amor.
La perspectiva abre interrogantes: ¿Qué debemos ser? ¿Acaso algo diferente a lo que somos? ¿ Cómo podemos lograrlo? ¿Llegaremos algún día a serlo?
Es obvio que se abre aquí una brecha entre el ser y el deber ser.
Las cosas son como son y no como debieran. La cuestión es qué leyes determinan esto. Es decir: ¿quién y cómo se prescribe el deber ser?
Si bien parece una pregunta propia de la filosofía o de la ética me planteo abrir una reflexión que determine una respuesta diferente a la de estas disciplinas.
En principio pienso que no hay un ser sustancial que ordene un deber ser propio de cada región geográfica del planeta.
Se trata, más bien, de un hecho discursivo. Es decir que cada vez que se nombra al ser de algún grupo se intenta establecer una norma a la que deberíamos ajustarnos todos, ya que es una generalización.

En segundo lugar considero que no hay identidad sino identificación y la diferencia marca la falacia de pensar la posibilidad de ser igual a sí mismo. Los pueblos como las personas se identifican a un rasgo del Otro haciéndolo propio. De allí que lo más íntimo se forme a partir de algo exterior.
Mi trabajo intenta alcanzar un saber acerca de la forma de ser de los ciudadanos de Buenos Aires. Un entrecruzamiento posible entre lo que nos ubica como habitantes de una gran ciudad y lo que nos distingue como porteños.
Abordo el tema con las herramientas que me brinda otro saber: el del psicoanálisis, sobre todo al utilizar las nociones de goce e identificación para dar cuenta de la particularidad de nuestro propio modo de sentir y pensar.

Punto 2. Los porteños
A poco de leer algunas cosas sobre nuestro origen nos encontramos que esta región del mundo era, hasta no hace mucho tiempo, una gran extensión de tierra con pocos (poquítisimos) habitantes.
Un lugar alejado del "mundo civilizado" y, por ende, poco deseable para el poderoso de turno que, en nuestro caso, era la Corona Española.
Pero sabemos que los orígenes están perdidos ya que es imposible remontarse al pasado. Sólo nos quedan restos, huellas de lo que fue y su reconstrucción exige una interpretación.
Me encuentro con la primitiva Buenos Aires a partir de la descripción de Félix Luna.

"Así nació Buenos Aires en 1580... la más pobre ciudad de las Indias". ... "un pequeño poblado donde antes de 1610 hay apenas unos quinientos habitantes..." 1
Este origen de abandono y marginación fue como un sello en la idiosincrasia de los porteños persistiendo todavía cuando Buenos Aires se transformó en el puerto esperado. Más aún, cuando fue juzgada por las provincias empobrecidas como déspota y explotadora (desde el siglo XIX hasta el presente), la mezcla del nativo con el extranjero ya se había producido dando lugar a otro tipo de habitante: el criollo.
La pobreza que trajo el inmigrante, deliberadamente europeo, escondía el afán de una vida mejor. De hecho el deseo de progreso se tradujo en la educación que supieron brindarles a sus hijos. Mientras tanto el indio, confinado por una política de erradicación, se tuvo que marginar de la gran ciudad.
Así se fue conformando un nuevo tipo de ciudadano que adoptó tanto el mate, bebida regional por excelencia como el "che" y que, deformando vocablos de lenguas europeas, inventó la propia: El lunfardo.
Es decir que de este mestizaje nació un hijo, una lengua nueva.
Y también un baile, y una música y los barrios.

Punto 3 La lengua
Gobello2 define así el lunfardo: "Por lunfardo entiendo el repertorio de voces traídas por la inmigración imitadas festivamente por el compadrito

1 Félix Luna. Breve Historia de los Argentinos. Planeta Bolsillo. 1997. Pag. 17
2 José Gobello. A. Peña Lillo Editor S.R.L. 1978. Nota Bene

aquel cuya "festividad" le hizo crear una nueva lengua nueva.
Parece que este porteño, entre bromas, trataba de imitar, gesticular, hasta burlarse si se quiere de una forma de hablar diferente a la suya.
Ahora bien: ¿cuál era la suya?
El habla de quienes habitaban estas pampas era, indudablemente, una mezcla de lo nativo con el español. Abundaban términos y giros de tono gauchesco que coexistían con el incipiente estilo de vida urbano.
Borges, 3 en su libro "El idioma de los argentinos", ubica el origen de la milonga porteña en las "orillas".
Es decir que el compadrito al que alude Gobello era más bien el hombre que, a medida que se fue formando la ciudad alrededor del puerto, se ubicó en el límite entre ésta y lo que había sido su lugar original: el campo. Así surge el orillero, es decir el habitante de las casas humildes de las afueras que competían en pobreza con el conventillo más céntrico.
La burla a esa forma de hablar enrevesada, lo que luego fue el cocoliche, es también una forma de identificación. Obviamente con sus diferencias ya que la copia no es idéntica al original.
Así, como en un espejo, entonces, el extranjero se reconocía en quien lo "cachaba" aún cuando no le halagara demasiado la imitación.
A la vez, el compadrito gozaba de la variedad de modismos que le brindaba la heterogeneidad de idiomas existentes y forjaba su propia mezcla. El lenguaje de los presos agregó su cuota de misterio y estableció el mito:

3 Jorge Luis Borges. El idioma de los argentinos. Seix Barral Biblioteca Breve.
1994 Pag. 114
La nueva forma de hablar no debía darse a entender, es decir no era para todos.
Lo que demarcaba claramente la pertenencia o no al conjunto de quienes la compartían. De hecho ese lenguaje popular era el de la gente humilde, arrabaleros, orilleros, compadritos, finalmente: porteños.
En tanto creación colectiva la lengua es de todos sin que se pueda determinar con certeza su origen. En determinado momento histórico se inventan significantes que cuajarán en términos, giros, palabras, metáforas que la hacen única. El autor es anónimo. De allí el uso del reflexivo "se" para referirse a los refranes o proverbios. "Se dice" indica que no hay sujeto colectivo de la enunciación. Los enunciados de una lengua son comunes a quienes la hablan y la enunciación depende del lugar de cada uno. Por eso el sujeto es responsable de lo que dice aún cuando repita lo que escuchó decir a otros.
Con sujeto de la enunciación se refiere Lacan al sujeto del inconsciente, es decir a un saber que habla en el sujeto sin que éste lo sepa ni quiera saber nada de ello. Es un decir cuya modalidad da a entender más de lo que el que habla quiere. Así un lenguaje soez puede transmitir ternura y el odio puede escucharse a través de un término cariñoso. Son modos de goce de la lengua que fundan un modo de ser.
Finalmente el lenguaje habita los cuerpos y, de alguna manera los hace hablar.
¿Cómo entender, sino, el "canyengue en las caderas" que caracteriza el andar de las porteñas?

Punto 4. El barrio
Si hubiera que localizar en la ciudad un lugar donde se forma la porteñidad ése es el barrio.
Los barrios de Buenos Aires, durante muchas décadas, concentraron nacionalidades, estilos, formas de ser propias de cada grupo de inmigrantes.
Lo que para un porteño del siglo XX era cotidiano no eran más que costumbres y modos de pensar heredados de las clases más bajas de Europa. Se sabe que la inmigración masiva es una salida para aquellos cuya condición económica o social en el lugar de origen es insostenible.
Cada barrio, La Boca con los genoveses, Villa Crespo con los judíos, Montserrat con su gente negra, convocaba a sus vecinos a conservar algo de lo que habían dejado en sus países. Ciertos modos de gozar, trabajar o matar el tiempo se adueñaban de distintos puntos de Buenos Aires que ahora se extendía ampliando sus orillas.
La arquitectura del lugar de origen se repetía en la ciudad que los acogía.
Buenos Aires en las primeras décadas del siglo XX se identificaba con Madrid en la Avenida de Mayo, con París en Plaza Francia o con Italia en algunas zonas de Caballito o Palermo.
El barrio era el lugar que posibilitó la mezcla de nacionalidades, el asentamiento de los rituales cotidianos y hasta la invención del colectivo como una forma de acercamiento entre su gente.
El centro quedaba para la noche donde la ciudad se hacía cosmopolita y fatal.

Punto 5 El Tango
Nacido como danza el tango es una parodia del baile de los negros. Uno de los mitos sobre su origen cuenta que el hombre de la ciudad se iba a los "tangó", lugar de baile de los morenos y copiaba, exagerando, los movimientos de sus candombes.
Luego le agregó sus propios pasos e inventó el baile que nos identifica como porteños en el mundo.
Es una danza erótica, que representa el juego amoroso entre un hombre y una mujer. Esa es la novedad. El abrazo de los bailarines, que lo preexiste, toma en el tango otro cariz. El varón define los pasos y "marca" a la mujer tocándola, lo que implica un roce y un acercamiento de los cuerpos. Por eso estaba prohibido en sus primeros tiempos para las chicas de hogares decentes.
La letra en general le canta al amor en todas sus variantes: la entrega, la duda, la venganza, la pasión, la culpa, el abandono, la traición son sus temas favoritos.
A través de sus poetas encontramos una aproximación a uno de los rasgos de nuestra forma de ser: la nostalgia por lo perdido.

Punto 6 Una forma de ser
Asentado a una modalidad de goce que no le permite reconocer como propio aquello que produce, alienado en un deber ser que nunca llega, el porteño se debate entre lo que es (en su presente) y lo que habría sido si no fuera por... las circunstancias en las cuales su deseo no tuvo nada que ver.

Si se remonta a su historia (corta, por otra parte en comparación con otros pueblos) se encuentra con la marginación. Antes del puerto poco significábamos para el amo de turno. Librados a su suerte los habitantes de estas tierras no construyeron demasiado. El contrabando era una forma de vida. Seguramente no fue la única pero dejó una marca que se plasmó en estilo: burlar la ley.
Demográficamente crece con quienes venían de otros lugares y traían otras costumbres.
Todo crecimiento implica una pérdida.
Los inmigrantes dieron por perdido su terruño (son pocos los que volvieron) y su lengua materna (casi todos hablaron castellano) pero lo compensaron con un ideal: lo bueno estaba en otra parte.
El porteño supo esto desde su infancia. Se lo transmitieron sin decirlo. Es decir que no se escuchaba en los enunciados, en las palabras realmente proferidas, sino en la enunciación de cada uno de los que hablaba: estoy acá porque no puedo estar allá.
Buenos Aires no fue para los extranjeros una meta elegida, producto de un deseo particular. Es bien cierto que fue una esperanza y, como tal, les brindó lo que esperaban. Y a veces más. Pero aquello que se emprende obligadamente, sin sentirlo como una decisión propia, tiene sus consecuencias.
Una de ellas es que generó un ser humano cuyo modo de ser está dividido entre lo que supuestamente fue (lo perdido) y lo que debería haber sido. O entre lo que es y lo que debería ser.
A partir de principios del siglo XX el porteño vivió con una nostalgia

heredada que transformó en creaciones artísticas de cariz melancólico.
A la vez, se identificó a esa división misma.
Algún extranjero dijo que esta ciudad era la capital de un gran imperio que nunca existió. Y esta definición de Buenos Aires encierra una verdad, la de su propia división.
La respuesta sintomática a esta división es otro de nuestros rasgos: pensamos la realidad como opuestos. Esto implica una la adhesión sin fisuras a uno de los dos extremos. Así el "o bien o bien" en el porteño se hizo carne. O se es peronista o antiperonista, o de Boca o de River, sin ningún punto de simpatía por el contrario.
A partir de esta hipótesis es posible explicar porque durante el siglo XX se profundizaron las antinomias que nos caracterizan. Hay otras, históricas y conocidas como la de la madre versus la puta que se mantuvo con fuerza hasta la primera mitad del siglo pasado. Implican la misma modalidad de goce sustentada en la premisa del todo o nada.

Punto 7 A modo de conclusión
No hay ser dado de antemano. Hay sujetos que se ubican según las coordenadas simbólicas de su época e inventan significantes que lo representan.
Para llegar a ser como sujeto no hace falta más que alienarse a la lengua materna, ese modo de hablar típico del lugar de origen.
Para pensar en ello es necesario un segundo momento de separación con lo adquirido. Reflexionar para hallar la particularidad de un goce diferente al de otros grupos humanos, otros cuerpos habitados por otras lenguas. Extrañas, extranjeras.

Hubo algunos que lo intentaron. Ahora hay otros que lo intentan. En la era de la globalización quien más quien menos quiere reconocerse en su propio estilo. La capacidad de búsqueda permanente es también una manera de ser de los porteños.
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