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Beatriz Udenio


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Acerca de trazas y trazos
Beatriz Udenio

I Comienzo
Lo primero que me entusiasmó cuando recibí la invitación de “Cita…” fue el título de la sección: “Escriben…”. El efecto no era casual, se montaba sobre las elaboraciones que venía haciendo en estos tiempos de escritura acompasados a las funciones de A.E. (Analista de la Escuela).Y eso me condujo al costado testimonial que el convite y su rúbrica movilizaban. Es, de algún modo, aquello autobiográfico a lo que Paul Valéry se refiere, tal como lo retoma Aníbal Leserre en su texto(1) que, en este caso, se ve invitado a ser puesto de relieve en cada presentación o escrito durante los tres años de función de un AE.
El asunto, pero, me trabajaba de tal modo que tuve que dejar pasar un lapso, que no sabía de cuánto sería, hasta que la cosa madurara en mí, y surgiera este escrito.
Escribir, escribí desde que recuerdo. Al menos, desde lo que los recuerdos encubridores me lo permiten. Pero es sobre todo durante estos últimos dos años, a partir del ordenamiento que hice de mi “caso”, cuando la cuestión de la escritura tomó otro relieve para mí.La escritura y la lectura.

II Armando la trama
Partamos del descubrimiento de que la experiencia que se desenvuelve en un análisis trae consecuencias que van modificando sutrama misma. Es lo que fui constatando a medida que avanzaba en dicho recorrido, a distintos niveles. Ese movimiento continúa formando parte de la vida misma.
Pero implica un acto dar por finalizado un análisis. También es un acto la decisión de presentarse al pase y sostener la secuencia de acciones que a

partir de allí se desencadenan: puesta en forma del “caso”, entrevista con los pasadores, espera de la respuesta del Cartel o Comisión del pase.  A ello siguen sucesivos actos testimoniales.

Asimismo, se subraya que se trata de un relato lógico, organizado, pero no menos ficcional. Sin embargo, este saber acerca de ese carácter en el que toda verdad es mentirosaqueda subyaciendo, tomando relieve el valor de acto que el testimonio implica. Un acto que vehiculiza algo increíble, inverosímil.

Ahora bien, en ocasiones, cuando se trata del texto escrito, puede producirse un destacado diferente: en mayor medida que en el texto leído o pronunciado, se espera que alguna traza de eso sorprendente puedaarticularse con la lógica y el matema, es decir, con un cierto nivel de demostración documentada –como en los testimonios jurídicos o científicos. Pero con la particularidad de que dicha demostración incluya que se llega al tope de lo indemostrable, de aquello que no puede pasar por el hecho del decir. Allí, quizás, estaríamos ante el relato de una buena historia –como dice Miller (2)Los documentos, además, suponen un lector. Igual que los textos literarios.

III Cómo la lectura interviene la trama
Ahora bien, una vez abierta la puesta en escritura de aquello que Lacan denominó la hystoria –verdad mentirosa- fue Borges el que vino a mi memoria. Y su “Tlon…”, de Ficciones(3).Porque la ficción que se me iba armandotraía consecuencias en lo que podríamos llamar “la realidad”, como una obra de arte la interviene, la transforma. Como la transforman los comentarios de los lectores, al poner de sí. Si por fortuna se vuelve

interlocutor, porque algo repercute en él, entonces su comentario se entrama en lo dicho o escrito, modificándolo.
Considerando que me planteaba quién, más allá de los psicoanalistas, iba a tener interés en leer un texto surgido de una experiencia analítica, la cuestión me estimuló a seguir indagando.
Allí, Foucault con su puesta en cuestión de qué es un autor (4), o la idea de la desaparición o muerte del mismo que encontramos en Barthes (5), abrieron mi perspectiva:

“(…)la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. La escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que va a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe”. (BARTHES. 1968)
Me detuve en esta cita, que atrapaba la voz destituyéndose ante la escritura, pues la voz había estado en el origen de mi ficción fantasmática, antes del aprendizaje de las letras. Me permitió además echar luz sobre esa dimensión de lo que llamaba “mi palabra” –tan sujeta como la de cualquier hablante a la condición del goce del blablablá (algo muy contrario a un “lugar neutro”), pero también puso en evidencia la falta de identidad intrínseca a la condición de los seres hablantes en tanto somos seres hablados.
Me recordaba cómo la experiencia de ir descubriendo poco a poco esa condición, en el análisis, me había empujado a seguir. La trama de lo oído, lo visto, los restos que armaron mi lalengua, se revelabanen sumulti proveniencia urdiendo la escritura. Eso ya no me hacía estrictamente LA autora de ningún texto, como tampoco hay EL lector, porque cada uno será único en su acercamiento e interpretación del mismo.

Pude percibir eso muy bien en cada presentación, allí donde se abre el campo de lo que resuena o no en el otro, según su propia singularidad. Su gusto, sus condiciones de goce, sus identificaciones, su estilo, en suma, lo que se produce como resonancia “eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir”. (6)

Encuentro una solidaridad entre aquel que es responsable de ser el que escribió pero no puede declararse propietario del texto, con la posición del sujeto al fin de un análisis. El ser hablado, el ser traumatizado por el verbo, el terreno que va más allá del límite significante, lo indecible, lo inefable, definen otro territorio, que Lacan denominó lo real, que por definición es imposible asir como propiedad. Pero también hay una imposibilidad de garantizarse el interlocutor o lector con el cual hacer “comunidad” –común unidad, común identidad. Un No haycontundente rige aquí. Otra enseñanza librada al final del análisis. No toda común unidad, no todo saber.

IV El placer (y el goce) de leer y escribir
A partir de ello, estos hallazgos marcan la acción de escribir, surgida de lo que insiste, te persigue.Y se puede asociar allí algún tipo de satisfacción posible, muysingular. Barthes  en “El placer del texto” (7) modulauna articulación entre el placer y el goce, refiriéndose al escritor como quien goza tanto de la consistencia de su yo como de su caída.Ese antagonismo ineludible define a quien escribe.
También me interesó lo que discierne Maurice Blanchot, agudo lector de Lacan(8) respecto del Intelligere: su etimología estácompuesta por los términos inter (entre) y legere (leer/elegir). De allí deriva “Inteligente” (intelligens), que es aquél que elige entre las opciones o, lo que metafóricamente es lo mismo, lee entre líneas. El lector lee entre líneas, y el
que se propone escribir se dispersa en ideas que, en algún momento, precipitan en algo. ¿Quién(o qué) elige allí? Cuestión que a mi gusto Blanchot prolonga cuando en “La palabra analítica” (9), se refiere a lo que puede ocurrir en una experiencia de análisis diciendo que:

“Pero la fuerza del análisis es disolver todo lo que parece ser primero en una anterioridad indefinida (…) ¿Y acaso tuvo realmente lugar alguna vez? No importa, pues lo que cuenta es que, bajo la interrogación apremiante del silencio del psicoanalista, poco a poco lleguemos a ser capaces de hablar de él, de relatarlo, de hacer de este relato un lenguaje que recuerda y de este lenguaje la verdad animada del acontecimiento inasible —inasible porque siempre está perdido, porque siempre falta en relación consigo. Habla liberadora donde encarna precisamente como falta y así finalmente se realiza.”
“Eso”continúa haciendo su trabajo, aún después del análisis, escribiendo en el interior de una idea que da vueltas, en silencio, hasta que se suelta sobre un papel, connotando lo inasible.Es “eso”lo que se toma su tiempo hasta que esta separación se produce, y cualquier ilusión de propiedad se inscribiría como faltante.Es también solidario de lo que se capta al final del análisis en relación con la separación del Otro de la transferencia.

V El trazo y la traza
Finalmente, lo que sedimenta, algo del orden del trazo. Lacan lo denominó letra.
Al final del análisis, este trazo reducido es marca de goce que se escribe sinthomáticamente en el cuerpo. Para cada quien eso diverge. En mi caso, evocoel “canto” de la letra, borde que dibuja un trayecto, en cada texto,

de una tramaque captura las trazas de aquello de lo que no podría considerarme ni propietaria ni autora, volviéndolos trazos. Hasta que algo se detiene, en el punto de lo imposible de escribir y lo ilegible. Territorio de lo que no cesa de no escribirse y vuelve a alimentar un nuevo canteo. (10)

Retomando aBarthes, diría que se trata de un bordeo entre un texto de placer y un texto de goce, entre lo decible y lo indecible. Hay algo que puede compartirse, debatirse. Y otro algo insostenible, indecible, insensato. Y eso es lo que se realiza y se reanuda cada vez.

Bibliografía y notas
1. Leserre, A.: “Retornos en la escritura”. En www.citaenlasdiagonales.com.ar
2. Miller, J.-A.: Donc. La lógica de la cura. Capítulo III. El pase, ¿hecho o ficción? Buenos Aires. Paidós. 2011.
3. Borges, J.: “Tlon, Uqbar, OrbisTertius”. En Obras completas. Emecé Editores S.A. Buenos Aires, 1974.
4. Foucault, M.: “¿Qué es un autor?”Conferencia de Michel Foucault, del 22 de febrero de 1969, en la Sociedad Francesa de Filosofía, bajo el título de "¿Qué es un autor?". Puede consultarse en https://azofra.files.wordpress.com/2012/11/que-es-un-autor-michel-foucault.pdf
5. Barthes, R.:“La muerte de un autor”. En El susurro del lenguaje. Barcelona, Paidós, 1987.
6. Lacan, J.: El Seminario, libro 23, El sinthome. Buenos Aires, Paidós, 2006. Pág. 18.
7. Barthes, R.: El placer del texto. Buenos Aires: Siglo XXI, 1993.

8. Blanchot, M.: Los intelectuales en cuestión. Esbozo de una reflexión., Madrid, Tecnos, 2003.
9. Blanchot, M.:“El habla analítica”. En http://www.nel-mexico.org/articulos/seccion/radar/edicion/60/300/El-habla-analitica. Sede NEL México - 2011
10. Fuentes, A.: “La función de la escritura en la experiencia psicoanalítica”. En “Letras Lacanianas” N° 1, Revista de Psicoanálisis de la comunidad de Madrid. ELP. Letraslacanianas.com, 2011.
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